martes, 30 de agosto de 2011

FAMILIA BURGUESA, ESTADO BURGUÉS



por Stefan Engel

Presentación

En sociedad de clase, esencialmente, los seres humanos se organizan en una serial de relaciones comunes: económicas, políticas, culturales, interpersonales y de parejas. Entre estas últimas se adscriben las familiares.  La familia, "célula económica primaria de la sociedad", resulta ser centro  privilegiado de la producción y reproducción de la vida humana. Cuyas características, máxime en la sociedad capitalista, resultan ser: privacidad, monogamia, patriarcalismo. Marcada toda ella por el sello de la subordinación e inferioridad de la mujer. A la vez con la función asignada de salvaguardar y reproducir ese mismo orden social, político, estatal y cultural que la oprime.

De ahí se desprende el por  qué dicha familia individual moderna, burguesa o proletaria, háyase convertido en una "cuestión de orden público". El que  sobrevuele como ave rapaz sobre su privacidad proclamada, el Estado como centro de control, vigilancia y represión. Ese maridaje familia burguesa y Estado burgués en daño de hombres y mujeres, sólo será superado cuando ese nudo gordiano sea roto por la revolución socialista. Sólo entonces nacerá y florecerá la familia socialista, basada ella en la igualdad real, en el amor libre de intereses económicos y en la libertad completa de la pareja humana socializada, sin mediaciones y sin desligamiento de la sociedad.

Sobre el tema, aquí, reproducimos un apartado de la magistral obra "La lucha de clases y la lucha por la emancipación de la mujer" de la autoría del intelectual marxista-leninista alemán Stefan Engel.   El título es nuestro.

3. El orden estatal y familiar burgués
Es tarea del orden estatal y familiar garantizar la vida social de la sociedad de clases, es decir, mantener el poder de la clase explotadora y oprimir a las clases explotadas y oprimidas. Federico Engels describió la relación entre el orden estatal y el familiar con estas palabras: "La forma de familia que corresponde a la civilización y vence definitivamente con ella es la monogamia, la supremacía del hombre sobre la mujer, y la familia  individual como unidad económica de la sociedad. La fuerza cohesiva de la sociedad civilizada la constituye el Estado, que, en todos los períodos típicos, es exclusivamente el Estado de la clase dominante y, en todos los casos, una máquina esencialmente destinada a reprimir a la clase oprimida y explotada." (F. Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, pág. 177).
El orden estatal y familiar burgués es el núcleo de la superestructura política que debe preservar a la sociedad capitalista y está ligado a ella para bien o para mal. En el capitalismo monopolista de Estado, los monopolios han subordinado completamente al Estado y sus órganos se han fundido con los órganos del Estado. Los monopolios ejercen su dominio económico y político sobre toda la sociedad. Federico Engels explicó el carácter antagónico de la familia individual burguesa: "La familia individual moderna se funda en la esclavitud doméstica franca o más o menos disimulada de la mujer, y la sociedad moderna es una masa cuyas moléculas son las familias individuales. Hoy, en la mayoría de los casos, el hombre tiene que ganar los medios de vida, que alimentar a la familia, por lo menos en las clases poseedoras; y esto le da una posición preponderante que no necesita ser privilegiada de un modo especial por la ley. El hombre es en la familia el burgués; la mujer representa en ella al proletario." (Ibíd., pág. 72) Las familias individuales constituyen las unidades económicas básicas que componen la sociedad burguesa. Representan la condición esencial tanto para la apropiación privada de la producción social por los capitalistas como para el trabajo asalariado libre de la clase obrera. Al interior y entre las familias individuales se refleja el antagonismo de clases que caracteriza a la sociedad, entre la clase de los explotadores capitalistas y la clase de los proletarios explotados. En la familia burguesa ello se expresa como la contradicción entre el hombre y la mujer. Pero este antagonismo entre el hombre y la mujer es la base del matrimonio monogámico clásico no sólo desde la fase social del capitalismo, sino que constituye su carácter fundamental desde la formación de la sociedad de clases en general. Federico Engels escribió al respecto: "Por tanto, la monogamia no aparece de ninguna manera en la historia como una reconciliación entre el hombre y la mujer, y menos aún como la forma más elevada de matrimonio. Por el contrario, entra en escena bajo la forma del esclavizamiento de un sexo por el otro, como la proclamación de un conflicto entre los sexos … el primer antagonismo de clases que apareció en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer en la monogamia; y la primera opresión de clases, con la del sexo femenino por el masculino. La monogamia fue un gran progreso histórico, pero al mismo tiempo inaugura, juntamente con la esclavitud y con las riquezas privadas, aquella época que dura hasta nuestros días y en la cual cada progreso es al mismo tiempo un regreso relativo y el bienestar y el desarrollo de unos verifícanse a expensas del dolor y de la represión de otros.

 La monogamia es la forma celular de la sociedad civilizada, en la cual podemos estudiar ya la naturaleza de las contradicciones y de los antagonismos que alcanzan su pleno desarrollo en esta sociedad." (Ibíd., pág. 63).

La historia de las sociedades de clases se refleja en la historia de los diversos tipos de familias individuales que a ellas les corresponden. La familia romana constituyó el tipo perfeccionado de la forma patriarcal de la familia; era una sociedad esclavista en miniatura. La palabra familia viene de los romanos y originalmente se refería a la totalidad de los esclavos domésticos pertenecientes a un solo hombre (latín: famulus). La esencia de la familia patriarcal en la antigua Roma fue la incorporación de los esclavos y el poder paterno sobre la familia completa. Esposa, hijos y esclavos estaban todos sujetos en igual medida al poder patriarcal que incluía el poder de vida y muerte sobre todos los miembros de la familia. Las relaciones familiares feudales patriarcales fueron una expresión de las condiciones de la servidumbre. La esposa no era más propiedad del marido, pero suposición jurídica estaba claramente subordinada a la del marido. Según el derecho canónico, "la mujer debía someterse al marido". Fuera de la economía doméstica, en la vida social, las mujeres no tenían derechos de ninguna clase. Por regla general tampoco tenían derecho hereditario, o sólo limitado. Los campesinos estaban obligados a realizar prestaciones personales para el señor feudal. El señor feudal se reservaba el derecho a las relaciones sexuales extramaritales según su deseo. Decidía sobre el matrimonio de sus vasallos y tenía el "derecho de pernada" con las novias. El propietario de una fábrica, el comerciante o el director de banco encarnaron un nuevo modo de vida en contraste con el patriarca feudal reaccionario. Ellos realizaban su actividad económica fuera del hogar, en la industria pública, ganando así los medios de existencia. La mujer quedaba responsable de las tareas domésticas privadas y de la crianza de los hijos. Así se desarrolló el núcleo del orden familiar burgués, la dependencia económica de toda la familia del ingreso del hombre como el único económicamente activo. Indudablemente el matrimonio burgués es un avance importante respecto del matrimonio monogámico patriarcal del feudalismo: primero, que el matrimonio debe ser un contrato realizado voluntariamente por ambas partes, que puede ser también disuelto voluntariamente por ambas partes; segundo, porque durante el matrimonio ambas partes están en pie de igualdad respecto a los derechos y obligaciones. 

La crítica al matrimonio monogámico patriarcal fue un elemento importante de la revolución democrático-burguesa y se convirtió en un fundamento significativo de la literatura y el arte burgués clásico.

Sin embargo, la realidad social no es determinada por los derechos y deberes formales sino por las relaciones económicas bajo las cuales se aplican. En realidad, la completa igualdad jurídica del hombre y la mujer en la familia moderna sólo hace resaltar fuertemente la necesidad de una verdadera igualdad social, la cual es imposible dentro del marco del orden familiar burgués y la sociedad capitalista. Sobre todo las tradiciones y costumbres seculares de la familia patriarcal del feudalismo arrojaron sus sombras todavía por mucho tiempo sobre la sociedad burguesa. En Alemania perduró incluso hasta después del fascismo hitleriano para que la familia burguesa perdiera su impronta feudal patriarcal. Sin embargo, la influencia de los patrones de pensamiento y de conducta patriarcales aún no han sido eliminados. Para las mujeres, el matrimonio burgués significa estrecha ligazón al hogar, alejamiento de la producción de mercancías socialmente organizada y aislamiento relativo de la vida social. Entonces, la privación de derechos políticos y la degradación son el precio que la mujer burguesa, y una parte de las mujeres pequeñoburguesas, deben pagar por su posición privilegiada. Carlos Marx y Federico Engels polemizaron agudamente contra la hipocresía que acompañó desde un principio al orden familiar burgués: "El burgués mujeriego burla el matrimonio y cae secretamente en el adulterio … el joven burgués se hace independiente de su familia en cuanto puede, declarando prácticamente abolida la familia con respecto a su persona; pero el matrimonio, la propiedad, la familia se mantienen teóricamente indemnes, pues son, prácticamente, los fundamentos sobre los que ha erigido su poder la burguesía, por ser, en su forma burguesa, las condiciones que hacen del burgués un burgués … Esta actitud del burgués ante sus condiciones de existencia reviste una de sus formas generales en la moralidad burguesa. No hay por qué hablar de «la» familia en general. La burguesía imprime históricamente a la familia el carácter de la familia burguesa, que tiene como nexo de unión el hastío y el dinero y de la que forma parte también la disolución burguesa de la familia, pero de tal modo que la familia persiste siempre. A su sucia existencia corresponde el concepto sagrado que prevalece en los tópicos de los discursos oficiales y en la hipocresía general." (Carlos Marx, Federico Engels, La ideología alemana, págs. 207-208; el resaltado es de la Redacción RW). El matrimonio monogámico significa, en todas las sociedades de clases, monogamia para las esposas y hetairismo para los hombres, es decir, relaciones sexuales extramaritales, que en el curso del tiempo se convirtieron cada vez más en prostitución abierta. El objetivo de la monogamia es la procreación de hijos de paternidad indiscutible, los que pueden tomar posesión de la herencia paterna.  La necesidad económica de esta solidez mayor del vínculo matrimonial en la familia monogámica, a la cual en particular el cristianismo le ha puesto el sello con la expresión "hasta que la muerte os separe", resulta solamente de la propiedad privada. Pero la historia de las sociedades de clases no sólo produce la forma de familia típica que corresponde a una etapa social específica, sino también una forma de convivencia, muy difundida entre las clases desposeídas y oprimidas, que está realmente basada en el amor. Federico Engels escribió sobre esto: "En las relaciones con la mujer, el amor sexual no es ni puede ser, de hecho, una regla más que en las clases oprimidas, es decir, en nuestros días en el proletariado, desaparecen en estos casos todos los fundamentos de la monogamia clásica. Aquí faltan por completo los bienes de fortuna, para cuya conservación y transmisión por herencia fueron instituidos precisamente la monogamia y el dominio del hombre; y, por ello, aquí también falta todo motivo para establecer la supremacía masculina. Más aún, faltan hasta los medios de conseguirlo: El Derecho burgués, que protege esta supremacía, sólo existe para las clases poseedoras y para regular las relaciones de estas clases con los proletarios. Eso cuesta dinero, y a causa de la pobreza del obrero, no desempeña ningún papel en la actitud de éste hacia su mujer … Además, sobre todo desde que la gran industria ha arrancado del hogar a la mujer para arrojarla al mercado del trabajo y a la fábrica, convirtiéndola bastante a menudo en el sostén de la casa, han quedado desprovistos de toda base los últimos restos de la supremacía del hombre en el hogar del proletario, excepto, quizás, cierta brutalidad para con las mujeres, muy arraigada desde el establecimiento de la monogamia." (F. Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, pág. 70) El amor sexual individual y la verdadera igualdad como fundamento de la relación entre hombres y mujeres sólo pueden cobrar efecto en general cuando, con el paso de los medios de producción a propiedad común, la familia individual deje de ser una unidad económica. Con la aparición del capitalismo fue destrozado también el viejo orden familiar – relativamente estable durante siglos–, el cual había marcado el modo de vida de la masa de la población en la sociedad feudal. Sus familias fueron, la mayoría de las veces, comunidades de producción y de vida en el campo, en las que todos, desde los niños hasta los ancianos, participaban con igualdad. A ellas les incumbía el sustento de todos los miembros de la familia. El proletariado que crecía rápidamente reventó la estrechez rural de estas familias  cuando se trasladó a las grandes ciudades. Mientras en 1871 el 63,9 % de la población todavía vivía en comunidades con menos de 2.000 habitantes, en 1910 era sólo el 40 %. En 1871 el 36,1 % vivía en las ciudades (incluyendo 4,8 % en grandes ciudades), en 1910 ya era el 60 % (incluyendo 21,3 % en grandes  ciudades). (Jürgen Kuczynski, Die Geschichte der Lage der Arbeiter unter dem Kapitalismus [La historia de la situación de los obreros en el capitalismo], tomo 3, Akademie-Verlag, Berlín, RDA, 1962, pág. 253). Pero las condiciones de vida de las masas proletarias en las ciudades no les permitían en modo alguno asumir las nuevas relaciones familiares burguesas. En particular en la fase preimperialista del capitalismo, el ideal de familia burguesa sólo podía ser realizado en las familias de la burguesía y en partes de la pequeña burguesía. 

En el Manifiesto del Partido Comunista de Carlos Marx y Federico Engels leemos: "En qué bases descansa la familia actual, la familia burguesa? En el capital, en el lucro privado. La familia, plenamente desarrollada, no existe más que para la burguesía; pero encuentra su complemento en la supresión forzosa de toda familia para el proletariado y en la prostitución pública." (C. Marx, F. Engels, Manifiesto del Partido Comunista, Ediciones en lenguas extranjeras, Beijing, 1987, pág. 55). La tarea principal de las familias de las clases dominantes es asegurar e incrementar la propiedad privada de los medios de producción mediante la herencia a sus hijos carnales, y criar a los sucesores de las clases dominantes. Las familias de la clase oprimida, por otro lado, tienen la tarea principal de producir y reproducir la fuerza de trabajo humana, para que ella siempre vuelva a estar disponible para su explotación por las clases dominantes. La contradicción fundamental del capitalismo, entre la producción social y la apropiación privada, condiciona la contradicción entre la producción social de bienes materiales y la producción y reproducción privada de la fuerza de trabajo humana. Esta contradicción que se volvió antagónica entre las dos clases de producción y reproducción de la vida inmediata precipitó a las familias proletarias, en el capitalismo de libre competencia, en la mayor miseria existencial.

Las condiciones de vivienda de las familias proletarias eran miserables.  Si no estaban forzadas a habitar en casuchas de madera en las afueras de las ciudades, tuvieron que hacinarse en los bloques de pisos levantados con materiales baratos – en agujeros enmohecidos sin calefacción, en apretujados cuartos para familias por lo general numerosas. Federico Engels describió esto en La situación de la clase obrera en Inglaterra: "… las grandes ciudades son pobladas principalmente por obreros … Esos obreros no poseen ellos mismos nada, y viven del salario que casi siempre sólo permite vivir al día; la sociedad individualizada al extremo no se preocupa por ellos, y les deja la tarea de subvenir a sus necesidades y a las de su familia; sin embargo, no les proporciona los medios de hacerlo de modo eficaz y duradero. Todo obrero, incluso el mejor, se halla por tanto, constantemente expuesto a la miseria, o sea, a morir de hambre, y buen número de ellos sucumben." (Federico Engels, La situación de la clase obrera en Inglaterra, pág. 116).

La industria moderna atraía mujeres y niños, empujados en masa por el hambre, a la producción. En algunas ramas de la industria pronto constituyeron la mayoría de la fuerza de trabajo.

 Federico Engels escribió sobre las consecuencias de esto en la vida familiar: "De ese modo el orden social hace al trabajador la vida de familia casi imposible. Una casa inhabitable, sucia, apenas suficiente para servir de abrigo nocturno, raramente con calefacción, mal amueblada, y donde con frecuencia la lluvia penetra, una atmósfera asfixiante en una pieza con muchas personas, no permiten la menor vida de familia. El marido trabaja todo el día, así como la mujer y tal vez los hijos mayores, todos en lugares diferentes, y sólo se ven por la mañana y por la noche – y hay además la tentación continua del aguardiente; ¿dónde habría lugar para la vida de familia? Y sin embargo, el obrero no puede escapar a la familia, él debe vivir en familia; de ello resultan querellas y desacuerdos familiares perpetuos, cuyo efecto es extremadamente desmoralizador, tanto para los esposos como para los niños. La negligencia de todos los deberes familiares, los niños dejados al abandono, es sólo frecuente entre los trabajadores ingleses y las instituciones sociales actuales son en gran medida la causa de ello. ¿Y se quisiera que niños criados como salvajes en ese medio ambiente donde mayor es la inmoralidad y donde con frecuencia los padres participan en esa inmoralidad, se quisiera que estuviesen dotados sin embargo de delicadas conciencias morales? Las exigencias que el burgués satisfecho formula al obrero son verdaderamente demasiado ingenuas." (Ibíd., págs. 180-181). Fue principalmente el trabajo asalariado vitalmente necesario de las mujeres proletarias lo que se tornó incompatible con el orden familiar burgués: "El trabajo de las mujeres disgrega completamente la familia; porque cuando la mujer pasa diariamente 12 ó 13 horas en la fábrica y el marido trabaja también allí o en otra parte, ¿qué será de los niños? Ellos crecen libremente como la mala hierba, o se dan a cuidar fuera por 1 ó 1 1/2 chelines a la semana, y uno se imagina cómo son tratados. 

Por eso en los distritos industriales se multiplican de una manera horrorosa los accidentes de los cuales los niños son víctimas por falta de vigilancia … Con frecuencia las mujeres regresan a la fábrica tres o cuatro días después de dar a luz, dejando desde luego la criatura en la casa; durante las horas de descanso ellas corren de prisa a sus casas para amamantar al niño y comer ellas mismas un poco. ¡Es fácil de imaginar en qué condiciones tiene lugar ese amamantamiento!" (Ibíd., pág. 195). Los rasgos más importantes de la falta de familia entre los hombres y mujeres proletarias en el capitalismo de libre competencia eran:

la falta de propiedad;
el empleo de más y más mujeres en la industria, lo que fue facilitado por la división del trabajo y la mecanización;
las condiciones miserables de vivienda;
el deterioro perpetuo de las relaciones familiares;
la falta de protección a la maternidad;
la falta de cualquier tipo de cuidado médico para las familias de la clase obrera;
 la incapacidad de mujeres y hombres por llevar el hogar pues trabajaban hasta quedar exhaustos;
el descuido forzado de importantes funciones domésticas;
el abandono de los niños que crecen como hierba silvestre y las altas tasas de mortalidad infantil;
la indiferencia frente a la vida familiar o incluso su rechazo;
el desempleo de los hombres y la dependencia económica de sus esposas e hijos;
el desarrollo de instituciones organizadas conjuntamente para hacer frente a la vida cotidiana;
la ausencia de los hombres cuyos lugares de trabajo estaban lejos de sus familias;
la temprana emancipación de los hijos;
la desmoralización de los obreros debido particularmente al alcohol.

Los socialistas pequeñoburgueses lamentaban incesantemente las condiciones de vida miserables y la desmoralización de las clases bajas. Pero desconocieron al mismo tiempo el elemento progresista inherente a este proceso, el que ponía en cuestión toda la organización de la vida del capitalismo.  Federico Engels polemizó con ellos así: "Los socialistas son enteramente bondadosos y pacíficos … Además, ellos no cesan de lamentarse de la desmoralización de las clases inferiores, no ven absolutamente ningún elemento de progreso que detenga esa disgregación del orden social, y no piensan por un instante que la desmoralización provocada por el interés privado y la hipocresía es mucho peor en las clases poseedoras." (Ibíd., págs. 302-303). La falta de familia en la clase obrera fue también una importante condición material para el surgimiento del movimiento juvenil socialista. En un libro del revolucionario ruso Gueorgui Chicherin, publicado en 1919, se leía: "El factor principal que ha llevado al surgimiento del movimiento juvenil socialista es el orden social capitalista. 

Precisamente este orden es el que arranca al joven y la muchacha de la familia, los arroja al mercado laboral, y aún en edad infantil, los convierte en objetos a los que se puede extraer plusvalía en beneficio de la clase dominante. Pero al mismo tiempo, el capital explotador de la juventud cambia profundamente la naturaleza de sus relaciones con la familia y su conciencia en general. Económicamente, los jóvenes, que han entrado en las filas del ejército de trabajadores asalariados, ya vuelan con alas propias, y la familia deja de ser un lugar de protección y educación para ellos … En breve, el ruido de los martillos a vapor y el chirrido de las ruedas de las empresas capitalistas despiertan en los jóvenes proletarios la conciencia de que son personalidades humanas con derechos y deberes propios." (Skizzen aus der Geschichte der Jugend-Internationale [Perfiles de la historia de la Internacional de la Juventud] reimpreso, Karl-Liebknecht-Verlag, Erlangen, 1971, págs. 44-45). Contra la glorificación de los "buenos viejos tiempos" por el movimiento de los "populistas", Lenin también enfatizaba: "El significado progresista del capitalismo consiste precisamente en que destruyó las anteriores limitadas condiciones de vida del hombre, que engendraban la estrechez mental y no permitían a los productores ser artífices de su propio destino. El enorme desarrollo de las relaciones comerciales y del intercambio mundial, y las incesantes migraciones de enormes masas de la población, rompieron las trabas seculares de la gens, de la familia y de la comunidad territorial y crearon esa diversidad del desarrollo, esa «diversidad de talentos y esa riqueza de relaciones sociales» que desempeñan tan importante papel en la historia contemporánea de Occidente." (Lenin, El contenido económico del populismo, en Obras Completas, tomo 1, pág. 453). Tan miserables como solían aparecer las condiciones de vida de las mujeres proletarias, así también prepararon la solución al antagonismo en sus vidas. El Manifiesto del Partido Comunista nos dice: "Todas las clases que en el pasado lograron hacerse dominantes trataron de consolidar la situación adquirida sometiendo a toda sociedad a las condiciones de su modo de apropiación. Los proletarios no pueden conquistar las fuerzas productivas sociales, sino aboliendo su propio modo de apropiación en vigor, y, por tanto, todo modo de apropiación existente hasta nuestros días. Los proletarios no tienen nada que salvaguardar; tienen que destruir todo lo que hasta ahora ha venido garantizando y asegurando la propiedad privada existente." (C. Marx, F. Engels, Manifiesto del Partido Comunista, pág. 47).

La promoción de los lazos familiares entre los obreros con el surgimiento del imperialismo
La forzosa falta de familia ponía en cuestión la función de las familias obreras como unidades económicas para la producción y reproducción de la fuerza de trabajo humana.

No se podía ignorar el hecho, que fueron precisamente los obreros y las obreras solteros, sin familia, los que pusieron resistencia y emigraron cuando las condiciones de trabajo se volvieron intolerables. En un análisis de la ciudad de Bochum, Alemania, David Crew comprobó que: "Entre 1880 y 1900, la población de Bochum creció de 32.798 a 64.702 – un incremento de 31.904 personas. El excedente real de nacimientos sobre los fallecimientos fue de 21.097, así podemos asumir que en estos 20 años por lo menos 10.807 personas migraron a Bochum. Informes de la policía local indican que la amplitud de la inmigración efectiva a la ciudad fue apreciablemente mayor y totalizó de hecho 232.092. La enorme discrepancia entre las dos cifras se explica por las circunstancias de que en el período en cuestión por lo menos 194.836 personas dejaron la ciudad." (David F. Crew, Bochum,Sozialgeschichte einer Industriestadt 1860-1914 [Bochum, Historia social de una ciudad industrial], Verlag Ullstein, Berlín, 1980, pág. 71). De vez en cuando esto originó rápidamente una escasez de obreros especializados. Los obreros y obreras faltos de familia fueron también los que encabezaron el joven y ambicioso movimiento obrero. La concesión de reformas sociales y la promoción de los lazos familiares fueron usados para oponerse a esto. David Crew lo describió de esta manera: "Un trabajo seguro y un ingreso regular eran más importantes para el trabajador casado que la perspectiva incierta de un mejoramiento en su situación en alguna otra ciudad. Por eso aguantó una situación laboral insatisfactoria y salarios más bajos. Los empresarios de Bochum sabían eso muy bien y trataron de sacar  provechos. Ofrecían cierta seguridad a los trabajadores casados a cambio de su lealtad. Invertían importantes sumas en viviendas de la empresa para los trabajadores y otras medidas sociales; cuando los negocios decaían primero despedían los obreros solteros y, por lo menos en un caso, permitieron a los hombres casados volver al trabajo después de una huelga. Los trabajadores solteros, por el contrario, habían sido reemplazados por rompehuelgas." (Ibíd., pág. 74).

El Estado tenía que restablecer y mantener la capacidad de funcionamiento de la familia mediante concesiones y leyes sociales. Los monopolios necesitaban una base social estable sobre la cual su política imperialista pudiera funcionar. El desarrollo imperialista, a su vez, procuró ganancias extras a los monopolios capitalistas, lo cual les posibilitó satisfacer una capa privilegiada de obreros con algunas migajas adicionales. Bajo el gobierno del canciller del Reich, Bismarck, el movimiento obrero fue brutalmente reprimido mediante la ley contra los socialistas; al mismo tiempo, entre 1883 y 1889 fueron dictadas las primeras leyes sobre seguro de enfermedad, seguro de accidentes y de vejez, instituciones que hasta entonces habían existido solamente como autoorganizaciones sindicales. Bismarck expresó abiertamente el objetivo que perseguía con esto: "Una persona con una pensión por vejez está mucho más satisfecha y es más fácil de manejar que alguien que no tiene ninguna expectativa por conseguirla. Consideren la diferencia entre un servidor privado, un empleado de oficina o un  empleado de la corte: este último va a tolerar mucho más, va a tener mucha más fidelidad a su trabajo que el primero, pues él espera una pensión." (Citado en: Jürgen Kuczynski, Geschichte des Alltags des deutschen Volkes [Historia de la vida cotidiana del pueblo alemán], tomo 4, Pahl-Rugenstein Verlag, Köln, 1982, pág. 47). Así, el objetivo era cercenar las eudales patriarcales. De acuerdo a este código, la esposa tenía la obligación de obediencia absoluta frente al esposo. El apellido del esposo se convertía en el apellido de la familia. El decidía en todos los asuntos de la vida conyugal; él determinaba el lugar del domicilio, administraba la propiedad, incluida la de su esposa; la propiedad adquirida durante el matrimonio le pertenecía solamente a él; sólo él poseía la "patria potestad" sobre los hijos. 

Si una mujer tenía un hijo extramatrimonial el Estado le asignaba un tutor. La esposa estaba obligada a llevar el hogar y si el marido así lo deseaba, a ayudarlo en su negocio. A ella se le permitía tener una relación laboral con terceros sólo con el consentimiento del marido. Sus "obligaciones maritales" incluían hasta su disponibilidad sexual frente al marido en cualquier momento. Recién en 1958 fueron abolidas estas reglamentaciones semifeudales del Código Civil Alemán. Aunque los imperialistas sólo lograron hacer realidad el orden familiar burgués en una capa privilegiada de la aristocracia obrera, estas leyes matrimoniales, sin embargo, operaron como un factor de mantenimiento del orden que llegó hasta las capas más bajas de la clase obrera.

La política familiar fascista
El fascismo hitleriano no fue sólo el abierto dominio terrorista de los monopolios contra la clase obrera, también implicó una regresión completa a la oscuridad de las relaciones familiares feudales. Con el comienzo de la dictadura fascista, las mujeres fueron expulsadas sistemáticamente de la vida pública. Bajo la consigna "la política es extraña a la naturaleza de la mujer" (Gerda Szepansky, Blitzmädel, Heldenmutter, Kriegerwitwe [Muchacha relámpago, madre de héroes, viuda del guerrero], Fischer Taschenbuch Verlag, Francfort del Main, 1986, pág. 11), las mujeres fueron despojadas del derecho a ser elegidas para funciones y cargos públicos. En grandes sectores de la administración pública, perdieron todo derecho a un puesto de trabajo. Al mismo tiempo, se practicaba una verdadera glorificación de la familia y la maternidad. En su libro programático, Mi lucha, Hitler ya declaraba que: "El objetivo de la educación de las mujeres inalterablemente debe ser su futuro como madres." (Adolf Hitler, Mein Kampf [Mi lucha], Zentralverlag der NSDAP, Munich, 1927, pág. 460). Las mujeres fueron engatusadas a unirse a las organizaciones de masas fascistas, en particular la NS Frauenschaft (organización de mujeres), que tenía más de seis millones de miembros en 1941. En 1934 Hitler había declarado como tarea de la NS Frauenschaft, que el programa de la organización contenía "sólo un punto – y este punto es el niño". (Hans-Jürgen Arendt, Nationalsozialistische Frauenpolitik vor 1933 [Política nacionalsocialista para las mujeres antes de 1933], dipa-Verlag, Francfort del Main, 1995, pág. 30). En la Deutsches Frauenwerk (Asociación de mujeres alemanas) y la Bund deutscher Mädel (BDM, Liga de muchachas alemanas), una "revalorización" de la mujer como ama de casa y madre así como "servidora del pueblo" fue llevado a cabo demagógicamente. La mujer "alemana" fue "honrada" en forma racista con la cruz del Mérito a la madre y préstamos estatales para las parejas recién casadas, sólo para degradarla, simultáneamente, como productora del pueblo alemán, el único "merecedor de vida". El préstamo estatal a las parejas recién casadas –de 600 a 1.000 marcos del Reich, alrededor de cinco meses de salario de un obrero industrial– era otorgado solamente si la esposa dejaba el puesto de trabajo que había ocupado previamente. En 1933 los fascistas instauraron el "Día de la Madre" como una institución fija en Alemania. Además, en 1939 por primera vez hubo la cruz del Mérito a la madre, pero sólo después del cuarto hijo. 

El 20 de junio de 1938, por primera vez una mujer y madre, la joven comunista y combatiente de la resistencia Liselotte Herrmann, fue condenada a muerte y ejecutada por los fascistas – una cachetada en el rostro de toda la demagogia familiar fascista. El 18 de marzo de 1943, por causa de "perjuicio contra la fuerza vital del pueblo alemán", se decretó la pena de muerte para cualquier persona que prestara asistencia a un aborto y se reintrodujeron penas de reclusión para las mujeres involucradas. Esto no fue abolido por el Bundestag (parlamento federal) sino hasta 1953. (SPD Bavaria, Zusammenstellung von Daten und Fakten zur Reform des §218 [Compilación de datos y hechos respecto a la reforma del artículo 218], Munich, 1997, pág. 1; Tursky-Hartmann, Die Berichterstattung über Abtreibung im "Spiegel" von 1975 bis 1990 [Informes sobre el tema del aborto en la revista Spiegel desde 1975 hasta 1990], disertación, Mainz 1996, pág. 5). Las mujeres judías, las obreras de otros países sometidas al trabajo forzoso y las mujeres discapacitadas fueron, por el contrario, obligadas al aborto y la esterilización. Los homosexuales fueron secuestrados hacia los campos de concentración. El colmo de la degradación de las mujeres fue la institución "Lebensborn" (Fuente de vida), donde los hombres de la SS, "racialmente puros", debían engendrar hijos con mujeres solteras, y donde eran criados los niños secuestrados de otros países y considerados "arios". (Georg Lilienthal, Der Lebensborn e. V., Fischer Taschenbuch Verlag, Francfort del Main, 1993).

La Segunda Guerra Mundial puso también fin al orden familiar fascista. Millones de mujeres con sus hijos fueron forzadas a hacer frente a la vida cotidiana durante la guerra, mientras los hombres peleaban y morían en la guerra imperialista de rapiña de Hitler. Esto hizo crecer el cansancio de guerra entre las mujeres y las campañas fascistas dirigidas a ganar a las mujeres como mano de obra fueron cada vez menos eficaces. En la vida diaria las mujeres comenzaron a resistir al fascismo, por ejemplo suministrando secretamente comida a los prisioneros de guerra, o escondiendo judíos y luchadores de la resistencia a riesgo de su propia vida. Las mujeres tomaron parte activa en la resistencia organizada contra el fascismo hitleriano.

El orden estatal y familiar burgués mostró abiertamente su cara reaccionaria y antifemenina en el fascismo hitleriano. Pero también reveló el antagonismo entre el modo de producción y de vida capitalistas, que necesariamente debe terminar en la barbarie si el capitalismo no es reemplazado por el socialismo.




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