Un 21 de diciembre de 1878 nació el
hombre que más odio ha concitado jamás a la burguesía.
En él cada
burgués vio –y lo más importante: ¡sigue viendo!- el final de su propio mundo, un
mundo hecho de guerras entre pueblos, de millones de hombres y mujeres
arrojados a la pobreza y la enfermedad, un mundo, en definitiva, de rapiña y
destrucción; pero también un mundo hecho de pequeñas miserias e infamias, de
las indignidades cotidianas por donde transcurre plácidamente la
vida burguesa.
Stalin
representa para el proletariado y los oprimidos del mundo un símbolo de firmeza
e intransigencia contra nuestros enemigos de clase y contra los oportunistas de
todo signo.
Los enemigos de
clase del proletariado sienten un odio pavoroso contra Stalin porque a él le
correspondió después de la muerte de Lenin, ser el dirigente de la lucha tenaz
de obreros y campesinos para consolidar la Dictadura del Proletariado
que había sido instaurada por la gran Revolución de Octubre en la
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Por ello, el
camarada Stalin se convirtió en el símbolo del poder de los trabajadores que
antes eran explotados y oprimidos, del poder que aplastó no sólo a los
reaccionarios internos, sino que rechazó, derrotó y aplastó las embestidas de
las bestias imperialistas, una vez culminada la
I Guerra Mundial.
El camarada
Stalin fue para los oportunistas como Trostky, Bujarin, Zinoviev, Kamenev, etc.
y sus herederos, y sigue siendo para todos los oportunistas, un odiado enemigo,
porque le correspondió ser el dirigente de la lucha continua que libró el
Partido Bolchevique contra estos representantes de la burguesía en el seno del
propio Partido, del nuevo Estado y del movimiento obrero, derrotando y
desprestigiando no sólo sus tesis ideológicas sino también sus intentos
divisionistas y liquidadores del Partido; pero, sobre todo, y esto es lo que
más les duele, aplastando con el poder armado de los obreros y campesinos,
todos sus sabotajes contra el nuevo Estado y la economía socialista.
Por ello, José
Stalin se convirtió en el símbolo de la lucha inflexible e intransigente,
contra el oportunismo que es la doctrina que representa los intereses de la
burguesía en el seno del movimiento obrero.
En la mirada
tranquila de ese hombre sencillo y modesto, la burguesía mundial entrevió el
crepúsculo de su recorrido histórico como clase dominante.
Y es natural que
así fuera: bajo la dirección política de quien nació ahora hace 135 años hubo
un país, la Unión Soviética, que, al precio de casi 40 millones de muertos
y una gigantesca devastación, aplastó por dos veces las sucesivas invasiones de
que fue objeto por parte de las potencias capitalistas; ese mismo país, en ese
mismo periodo, pasó de ser un Estado semifeudal a convertirse en la mayor
potencia económica mundial; mientras tanto, se extirpaba el secular
analfabetismo, el desempleo, se universalizaba por vez primera en la historia
de la humanidad la asistencia médica... Y todo ello sobre bases radicalmente
distintas de la explotación del trabajo asalariado por la clase parasitaria
llamada burguesía.
Stalin se
convirtió en el símbolo de la nueva sociedad en la cual ya no pueden existir
parásitos explotadores que pretendan vivir a cuenta de la explotación de las
masas trabajadoras.
A Stalin le
correspondió el gran honor de haber derrotado y aplastado al fascismo nazi y
haber liberado a los pueblos de Europa de tal amenaza. Aunque la burguesía ha
tergiversado la historia de la II Guerra Mundial, presentándose ella
como artífice de la derrota del fascismo hitleriano, en realidad fue el
glorioso Ejército Rojo dirigido por el camarada Stalin quien lo derrotó, lo que
le convirtió en un símbolo del triunfo de la guerra del pueblo sobre la máquina
de guerra del fascismo y del imperialismo.
El socialismo,
el inmenso poder revolucionario de las masas trabajadoras, el Partido y una
sólida dirección marxista-leninista, a cuyo frente estaba el hijo de un
zapatero georgiano, lo hicieron posible.
El
internacionalismo proletario desencadenó una gigantesca corriente de simpatía y
admiración por la Unión Soviética y su indiscutible líder. A su muerte,
en 1953, millones de ciudadanos no soviéticos de Asia y Europa vivían bajo
regímenes socialistas.
A Stalin le
correspondió dirigir la consolidación y desarrollo de la III
Internacional Comunista y de su lucha por educar, organizar y movilizar al
proletariado mundial contra la explotación y la opresión del capitalismo
imperialista, logrando que la clase obrera nuevamente “tomara el cielo por
asalto” e instaurara su dictadura en países como Albania y China, dando lugar a
un campo socialista en más de la quinta parte del planeta.
Por todas estas
razones, Stalin se convirtió en el símbolo del nuevo mundo, de la nueva
sociedad, donde por primera vez en la historia, la inmensa mayoría, los obreros
y campesinos, fueron quienes gobernaron y decidieron el futuro.
El nombre de
aquel hombre era y es Stalin, apodo que significa Acero y bien hace honor a la
obra de este gran comunista y revolucionario.
Como todo ser
humano el camarada Stalin también cometió errores pero criticar a Stalin sin
ver el contexto histórico sumamente complicado a que hubo de hacer frente es
caer en el más vil oportunismo.
Detrás de los
ataques contra Stalin en realidad se esconden los ataques contra el
marxismo-leninismo, contra los principios comunistas.
La defensa de
Stalin es una cuestión de principios, particularmente una defensa del
marxismo-leninismo que Stalin sistematizó, defendió y desarrolló; una defensa
de los partidos comunistas militantes que preparan y hacen la revolución, y la
dirigen; una defensa del camino revolucionario al socialismo y el comunismo;
una defensa de la revolución proletaria violenta, de su estrategia y su
táctica; y una defensa del principio de la dictadura del proletariado.
La defensa de
Stalin es una cuestión de principios que los verdaderos comunistas, los
marxistas-leninistas, deben enarbolar de forma combativa y con orgullo
proletario. Defender a Stalin es defender el marxismo-leninismo y la revolución
proletaria mundial, contra la burguesía, el revisionismo y el oportunismo.
Stalin está vivo
y estará por siempre en la memoria y en el corazón de todos aquellos verdaderos
comunistas que no se han dejado embaucar por los cantos de sirena de la
democracia capitalista.
¡GLORIA ETERNA A
NUESTRO GRAN CAMARADA STALIN, EJEMPLO DE RECTITUD Y FIRMEZA EN LA LUCHA
POR UN MUNDO NUEVO!
¡APRENDER DE STALIN
Y CONTINUAR SU OBRA Y SU CAMINO!
¡STALIN DE ACERO,
ORGULLO DEL OBRERO!
¡VIVA EL
MARXISMO-LENINISMO!
¡VIVA LA
REVOLUCIÓN PROLETARIA INTERNACIONAL!
¡PROLETARIOS DE
TODOS LOS PAÍSES, UNÍOS!
No hay comentarios:
Publicar un comentario