sábado, 29 de marzo de 2014

Sobre el enemigo principal en la época y en la situación internacional concreta



Sobre el enemigo principal en la época y el enemigo principal en la situación internacional concreta
(Versión corregida)
por Quibian Gaytan
20/3/2014
Es ya un lugar común, en los ambientes comunistas y antiimperialistas, aunque en su fondo sea justa,  la expresión “USA el enemigo principal”. Pero, a mí parecer, ese axioma debe ser precisado. Está establecido, eso desde que el camarada Stalin lo rubricara en los Fundamentos del Leninismo hasta 1960 cuando, a su vez, lo remarcará la Conferencia de los 81 Partidos Comunistas y Obreros, que el imperialismo es el enemigo principal de la clase obrera, de los pueblos y naciones oprimidas del mundo. Esto, subrayo, sin hacer referencia alguna a la forma nacional concreta del mismo. Está contradicción fundamental, general, universal, propia del mundo capitalista en su conjunto resulta absoluta, permanente e inalterable hasta tanto no haya cambiado el contenido de la época histórica. Es decir, hasta tanto se haya liquidado el capitalismo en el último rincón del planeta.
El camarada Stalin, gran marxista-leninista y fiel aplicador de la Concepción general y de la Línea General elaborada por el camarada Lenin, la que resumirá de modo brillante la nueva y superior etapa a la que ha entrado el capitalismo, la del imperialismo y del asalto revolucionario directo de su fortaleza, ya en su famosa obra, sintetizando sus tres contradicciones más importantes, remarcaba: 
(…) La segunda contradicción es la existente entre los distintos grupos financieros y las distintas potencias imperialistas en su lucha por las fuentes de materiales primas, por territorio ajenos. El imperialismo es la exportación de capitales a las fuentes de materias primas, la lucha furiosa por la posesión monopolistas de esas fuentes, la lucha por un nuevo reparto del mundo ya repartido, lucha mantenida con particular encarnizamiento por los nuevos grupos financieros y por las nuevas potencias, que buscan <un lugar bajo el sol>, contra los viejos grupos y las viejas potencias, tenazmente aferrados a sus conquistas. La particularidad de esta lucha furiosa entre los distintos grupos de capitalistas es que entraña como elemento inevitable las guerras imperialistas, guerras por la conquista de territorios ajenos. Esta circunstancia tiene, a su vez, la particularidad de que lleva al mutuo debilitamiento de los imperialistas, quebranta las posiciones del capitalismo en general, aproxima el momento de la revolución proletaria y hace de esta revolución una necesidad práctica”.
Aseveración que no les cuadra a algunos echándola en saco roto, por cuanto según ellos reduccionista, ya que negaría la posibilidad de la paz y absolutiza la inevitabilidad de la guerra. Oponiéndose, asimismo, a la recomendación leninista de aprovechar las contradicciones interiimperialistas, las más de les veces estalladas con una violencia inusitada, nada controlable para la burguesía, y en guerras de vida o muerte entre sí, para hacer avanzar el proceso de la revolución proletaria socialista y en aras de hacerla triunfar dada la debilidad del imperialismo ocasionada por sus conflictos bélicos.
 La experiencia del Movimiento Comunista Internacional y más más aún del Movimiento Comunista Internacional (marxista-leninista-maoísta), nos ha estado señalando que, como resultado de la lucha de clase, del desarrollo económico y político desigual y a saltos, así como la lucha inter-naciones imperialistas por la hegemonía mundial, nos fuerzan a identificar cuál  de todos los imperialismos nacionales resulta caracterizable como “enemigo principal, concreto e inmediato” y más peligroso.
Al elaborarse la estrategia, a partir de esa experiencia y de la correcta valorización de las cambiantes relaciones de fuerza entre las potencias imperialistas y el grado de agudización de la resistencia revolucionaria de la clase obrera y de los pueblos nacionalmente oprimidos, hemos de partir del hecho objetivo que dichos  cambios terminan por generar en su movilidad unos dados saltos económicos y políticos en la situación internacional. Lo  que nos impone establecer clara e indubitablemente cuál de esas potencias imperialistas, por el nivel alcanzado en su industria armamentista, de su agresividad y de su política depredatoria, resulta identificable como el enemigo principal, concreto e inmediato.
En eso, la identificación del imperialismo estadounidense-la única superpotencia con el poder económico, político y militar de dominar el mundo- como el enemigo principal del momento resulta correcto. Pero, al reconocer esto no se puede olvidar que el imperialismo estadounidense y su peligrosidad real resulta sólo un aspecto de cómo se concretiza dicha contradicción fundamental de la época. Otros aspectos de la misma, que se relacionan y combinan entre sí, lo son la solidaridad y rivalidad de las otras potencias imperialista menores, viejas y nuevas; así como aquel en que se oponen tal o cual potencia imperialista, inclusive el mismo imperialismo USA, con la clase obrera, pueblos y naciones subyugados nacionalmente y la resistencia que estos les oponen a las primeras.
De ahí, se concluye, a partir de las circunstancias concretas y de específicos problemas que confronta cada región del planeta, victimada o bajo la amenaza de ser victimada por la agresión armada imperialista, la clase obrera, los pueblos y naciones de dicha región deben y pueden individualizar que imperialismo nacional es el enemigo principal concreto. Que imperialismo amenaza con la agresión armada, su independencia nacional y su convivencia democrática nacional. Determinar eso es su derecho político e histórico. Y esto no puede ser menoscabado, como quieren los izquierdistas marxistas vulgares, bajo el manto de plomo, antidialéctico y antimarxista-leninista-maoísta, de la absolutización de eso de que el imperialismo estadounidense es siempre, permanente, en cualquier lugar y situación el enemigo principal.
Como queda dicho, más arriba, esa movilidad de la contradicción fundamental ha de determinar los cambios en la situación internacional en la que han convivido antagónicamente dichas diversas potencias imperialistas hasta entonces. Aquí sirva el caso actual de Ucrania, en particular la ruptura de su integridad nacional aunque bajo la excusa de la desestabilización programada del bloque imperialista USA-UE y la realización de un golpe de Estado fascista, y la anexión “pacífica” de Crimea y de la partes rusoparlantes por el imperialismo ruso. Las razones justificativas podrán ser muchas, pero poco valederas. Se ha roto la independencia nacional de Ucrania, se ha hecho, por la parte rusa, del discutible “derecho de injerencia por razones humanitarias” tan sopeteado por las potencias imperialistas del bloque USA-Europa Unida.
Para oponerse a los proyectos hegemonistas del imperialismo USA, se nos pide renunciar a la independencia nacional y a la existencia de las libertades democráticas en Ucrania porque hecho por un imperialismo no principal. Que convalidemos un acto de brutalidad imperialista en daño de un pueblo soberano y democrático burgués, para parar las intromisiones desestabilizadoras y la violación de la democracia, por intermedio de los medios fascistas interiores, de la Superpotencia imperialista más peligrosas. Para hacernos aceptar eso, para hacernos tragar tal felonía imperialista concertada, nuestros izquierdistas echan recurso a la falsificación de los hechos: Rusia no es la URSS ni Putin Stalin.
Sembrar ilusiones, abanicar nostalgias sólo puede traducirse, aquí y ahora, en el desarme ideológico del proletariado y de los pueblos nacionalmente oprimidos; echarles en brazo de con quienes no se puede marchar.
La Rusia capitalista, imperialista, ha buscado luego de la desintegración de la URSS recuperar todo sus antiguos territorios, recuperar un área estratégica como lo es Ucrania y de hacerse una salida al mar. Es el chocar entre dos imperialismo, la confrontación de dos bloques imperialistas. Y en esa pugna la independencia nacional y las libertades democráticas en Ucrania han resultado aniquiladas. Eso no lo quieren ver, no lo quieren analizar nuestros malhadados izquierdistas. Y quién sostenga fielmente las enseñanzas de Lenin y Stalin, denuncia las ambiciones y acciones expansionistas del imperialismo ruso o es un nini o un dogmático auxiliar del imperialismo estadounidense.
Pero, es aquí dónde, para pesadumbre de nuestros izquierdistas, Trotzky aparece el primero contra tal tesis leninista-stalinista. Dice, en su artículo del 10 de octubre de 1938, La “paz” imperialista de Munich, lo siguiente,
Cuando en la semana crítica de septiembre, voces se han levantado después de lo que nos  hemos informado, para sostener que en caso de <combate> singular entre Checoslovaquia y Alemania, el proletariado deberá, aunque sea al precio de una alianza con Benes, ayudar a Checoslovaquia salvar su <independencia nacional>. Ese caso hipotético no se ha realizado, los héroes de la independencia checoslovaca, como era de esperar han fallado, han capitulado sin combatir. Ello era con todo imposible, en el interés del futuro. Se hizo de notar aquí el muy grosero y muy peligroso error de los teóricos fuera de sentido de la <independencia nacional>.
Asimismo se ha dejado de lado sus ligazones internacionales, Checoslovaquia representa un Estado absolutamente imperialista. Económicamente, el capital monopolizador reina. Políticamente, la burguesía checa domina (aunque, se podría decir: dominaba) diversas nacionalidades oprimidas. La guerra, más para la Checoslovaquia aislada, deberá ser conducida no por la independencia nacional sino por el mantenimiento y, si es posible, por la ampliación de las fronteras de explotación imperialista.
La guerra entre Checoslovaquia y Alemania, si otros Estados imperialistas no sean inmiscuidos, no podría absolutamente ser considerada fuera del contexto de las relaciones  imperialistas europeas y mundiales, contexto donde esta guerra ha surgido como un simple episodio. Un mes o dos más tarde, la guerra checo-alemana –si la burguesía checa se haya querido y podido batir- ello provocará la intervención casi inevitable de los otros Estados. Es por eso que sería para los marxistas un error el definir su posición sobre la base de agrupamientos diplomáticos y militares circunstanciales, y no sobre la base del carácter general de las fuerzas sociales que se encuentran detrás de esta guerra.
Centenares de veces, hemos repetido la irremplazable e inapreciable tesis de Clausewitz: la guerra es la continuación de la política por otros medios. Para definir en cada caso concreto la característica histórica y social de la guerra, hay que guiarse no sobre las impresiones y las coyunturas sino sobre el análisis científico de la política que ha precedido la guerra y de las condicionantes. Esta política, desde los primeros días de la formación de una Checoslovaquia hecha de pedazos diversos, ha tenido un carácter imperialista.
Se puede objetar que después de la separación de los Alemanes Sudetes, de los húngaros, de los Polacos y, pudiera ser,  de los Eslovacos, Hitler no se pararía por reducir a la esclavitud a los Checos mismos y que, en ese caso, su lucha por la independencia nacional tendría todos los derechos de sostén del proletariado. Una tal manera de poner la cuestión  es un sofisma social-patriota. Cuáles serán las fases ulteriores de desarrollo  de los antagonismo imperialistas, no lo sabemos. El aplastamiento completo de Checoslovaquia es, seguramente, todo un hecho posible. Pero allí es posible también que antes de ese aplastamiento  pueda cumplirse, estalle la guerra europea, en la que Checoslovaquia  se encuentre del lado de los vencedores y tome parte en un nuevo desmembramiento de Alemania. ¿El rol del partido revolucionario es aquí de enfermera de cabecera de los gangsteres <estropeados> del imperialismo? (…)
La guerra imperialista, cual quiera que sea el entorno dónde ella comience, será hecha no por alguna <independencia nacional>, sino en vista del reparto del mundo según los intereses de las diversas cliques del capital financiero.
Ella no excluye que pasada la guerra imperialista pudiese mejorar o hacer empeorar la situación de tal o cual <nación>; sería más exacto decir, de una nación en detrimento de una otra. Así el tratado de Versalles despedazó a Alemania.  Una nueva paz puede despedazar a Francia. Los social-patriotas invocarán precisamente ese peligro <nacional> en el futuro para sostener a <sus> bandidos imperialistas en el presente. Checoslovaquia no constituye la menos del mundo a una excepción a esta regla.
En el fondo, todos los argumentos coyunturales de esta suerte y el temor de calamidades futuras, para propugnar el sostén de tal o cual burguesía imperialista, procede del renunciamiento tácito a la perspectiva revolucionaria y a la política revolucionaria”.
Cambie Usted el nombre “Checoslovaquia” por Ucrania, y saltará a sus ojos como se asemejan nuestro izquierdistas, literatos nostálgicos de la gloria y papel de la URSS de Stalin, a Trotzky y sus epígonos actuales. La negación del derecho a la independencia nacional de Ucrania. Para que se la trague el bloque USA-UE, y estabilice  así la dictadura nazifascista de Sbovoda y consortes, mejor que se la almuerce el imperialismo ruso (y el entretanto, imponga su propia dictadura fascista colonial en reemplazo de aquella pro-capitalismo occidental); las tareas de la revolución socialista invalida toda tesis de independencia nacional y de la inevitabilidad de una guerra popular de liberación nacional. Total lo que decide el destino del mundo, en general, y de Ucrania en particular será el choque militar entre esas dos potencias imperialistas y no el pueblo y los proletarios ucranianos, ruso, europeos, angloamericano y chino.
Como él, defienden, nuestros ultraizquierdistas del movimiento comunista marxista-leninista internacional, la “pureza e intocabilidad de los principios”, “la inmutabilidad de la caracterización de la época” y, en consecuencia, la petrificación de las formas y recursos tácticos a recurrir en las soluciones de las contradicciones fundamentales que caracterizan y rasgan la misma en los actuales momentos económicos y políticos, en momentos específicos y sucesivos. La definición-identificación de los sujetos históricos concretos, portadores sociales de soluciones regresivas o progresivas a las cuestiones que se ponen al día en el desarrollo de la época y le van enriqueciendo y cambiando en su contenido inexorablemente.
Así haciendo, apenas se distinguen del trotskismo histórico. Defender la imagen y no el contenido dialéctico, lo acertado o lo erróneo, de sus ideas. El tiempo, para ellos, no ha pasado. Constatar la desaparición de la URSS y del Campo Socialista, y ocultar al revisionismo moderno, culpable principal de su desintegración, y a sus continuadores; buscar países “socialistas” dónde no existen; adoptar el lenguaje izquierdista, simple tenue velo, propio de la guerra fría, y, empero, dedicarse a sembrar ilusiones respecto a la potencialidad progresiva de los herederos capitalistas, inclusive imperialista, de los primeros países socialistas. Así haciendo y teorizando persisten en reducir la mutación histórica ocurrida en ellos. Que de países socialistas o democrático-populares se han transformado en todo lo contrario: o imperialistas o en neocolonias de tal o cual imperialismo. 
En otras palabras, haciendo depender la independencia de los Estados nacionales y sus luchas, en respuesta, por la propia salvación nacional a los intereses hegemonistas de la potencia imperialista rival a aquella en movimiento de agresión colonial. Negándose así el momento de la independencia nacional y las perspectivas de triunfo en la lucha armada del pueblo por la propia libertad nacional. ¿No encontramos aquí, bajo la cobertura equívoca de la revolución socialista, la vieja oposición antidialéctica entre la independencia nacional y la revolución proletaria “pura” tan grata a León Trotzky?
Por su rrradical posición, nuestros ultraizquierdistas literatos, no sólo se caracterizan por su oposición” de principios, a la independencia nacional sino a la guerra popular de liberación nacional en curso en más de una docena de países de diversas áreas del planeta. Percibible y pública su condena de principio a lucha nacional de los pueblos de Afganistán, Chechenia, Irak, Irlanda, Libia, Sudán, Yemen porque inspiradas y dirigidas por fundamentalistas islámicos o nacionalistas radicales burgueses (Curdistán, Irlanda, Euskal Herria) y de las guerras populares de liberación dirigidas por los “dogmáticos”, según ellos, marxistas-leninistas maoístas.
Ellos, tanto como su maestro por la negativa Trotzky, les condenan porque se oponen a que los comunistas, principalmente, defiendan o se batan intransigentemente, inclusive  militarmente, por la independencia de su propio país y nación, aunque en el transcurso forjen alianza con la burguesía nacional independentista, y eso con los mismos argumentos de su mentor de que se trataría de perpetuar a los pequeños estados nacionales inviables por su carácter capitalista burocrático monopolista dependiente.
Como él (Trotzky), ellos vienen a oponerse a los marxistas-leninistas-maoístas en nombre de los principios de la obligatoria “lucha contra el imperialismo”. Sólo que identificándolo, simplísticamente, con el imperialismo norteamericano, presentándolo como el único y sin rival enemigo N° 1 de la humanidad. Evidentemente, se trata de una frase ultraizquierdista, ya que no hace distinciones entre los enemigos y ni específica cuál de ellos es el principal, inmediato y concreto, el más peligroso del momento.
Si se examina la situación internacional correspondiente al período de la Primera postguerra y de los efectos de la revolución de Octubre rusa, resaltará que para los años 30  los imperialismos, alemán, italiano y japonés eran “el enemigo principal, concreto e inmediato”.  Que para los años de la Segunda postguerra mundial  volvió a cambiar la situación económica y política del mundo, situación que asignó al imperialismo estadounidense ese papel de enemigo principal y de enemigo N° 1 de la humanidad, concreto e inmediato; que, para los años 70 y 80, luego de la liquidación del socialismo en el poder y la desaparición del Campo Socialista, las dos superpotencias imperialistas pasaron a ser identificadas como enemigo principal, inmediato y concreto. Con la precisión, que entre las dos el Socialimperialismo Soviético era el principal; es a partir de 1989 hasta hoy que la situación internacional ha vuelto a cambiar, el imperialismo USA, desaparecida la URSsocialimperialista, renueva ese papel de enemigo principal, inmediato y concreto.
 Como vemos, esa sucesión de cambios en la situación económica y política internacional, durante más de 70 años, han demarcado cambios cualitativos parciales, periodizaciones, quedando inalterada la época historia en que vivimos y luchamos.  Cuidado, pues, con sembrar ilusiones en el campo de las relaciones interiimperialista, en el campo de las relaciones  entre las potencia(s) imperialista(s), marcadas ellas por la combinación dialéctica por el tipo y momentos, antagonismo y solidaridad interiimperialista y; el mundo capitalista de los países avanzados, colonizadores,, y de los países neocolonizados.
Ciertamente, la actitud negativa ante la máxima “El enemigo de mí enemigo es mi amigo”, es correcta, pero ella peca de unilateralidad dogmática, puesto que no siempre es así. Lo correcto de una tal actitud, lo que depende de situaciones concretas y de la apsumsión de una toma posición dialéctica y clasista, no puede ser absolutizada. Si eso hiciésemos, caminaríamos bordeando el trotzkysmo.
1) Situación concreta: Lo primero a tener en cuenta es: Si se trata de un Partido comunista en guerra de liberación o de un Estado Socialista, con los comunistas como fuerza dirigente; Lo que está vedado hacer a un Partido Comunista en la oposición y en lucha directa, no es calificable de desviación de los principios si el PC al poder, dentro de una situación económica y política o de una situación político-militar concretas, buscase y trabajase por romper el Frente Único Internacional del adversario imperialista y de la reacción mundial. La clave radica que se busca un aliado, por vacilante que sea, para enfrentar al enemigo estatal concreto e inmediato. Aquí la amistad (“mi amigo”) nada tiene que ver, se trata de relaciones políticas específicas entre Estados, entre el Estado Socialista o democrático popular y los Estados capitalistas. Sería dar muestras de desconcierto, de confusión en el discernimiento de las tareas que la realidad política, internacional o nacional, nos imponen según los casos. Dar muestra de que estamos hundidos, hasta el cuello, en el marxismo vulgar.
Más aún, rebajando o disminuyendo las objetivos y tareas económicas y políticas de la revolución de nueva democracia, que es una revolución democrático-burguesa con dirección de la clase proletaria, la que en sus haberes tiene la misión de conquistar la independencia nacional y el erigir y fortalecer un Estado nacional con un carácter de frente unido de clases revolucionarias –inclusive con los sectores de izquierda de la burguesía nacional- y no impedirle, obstaculizarlo o destruirlo. Dado que, el Estado y la sociedad de Nueva Democracia resulta ser la premisa objetiva, material y política a la revolución socialista.
Y ese es otro aspecto a considerar en esa posición de “principios” y que en Trotzky tiene su fuente de origen. El de la lucha contra el fascismo y el de la defensa de las libertades democráticas en los países capitalistas, avanzados o no. Y que los acontecimientos recientes en Ucrania, despedazada por un lado por el zarpazo del imperialismo ruso, y la enormidad de la de la imposición USA-UE de una dictadura fascista, con marchamo nazi y supuestamente pro-imperialista occidental, empeñada en profundizar las grietas sangrientas entre los trabajadores ucranianos y los ucranianos rusoparlantes y el bloque imperialista Occidental y el bloque imperialista euroasiático, siguiendo su propia agenda ultrarreaccionaria supranacional.
En ese mismo artículo, tan ampliamente citado por nosotros, Trotzky nos viene de seguido a decir:
Para eso que es el capitalismo avanzado, él no sólo ha sobrepasado después de largo tiempo las antiguas formas de la propiedad, sino al Estado nacional, y por consecuencia también la democracia burguesa. Es en eso precisamente en que consiste la crisis fundamental de la civilización contemporánea. La democracia imperialista podrida y en descomposición. El <programa de la defensa de la democracia> para los países avanzados es un programa de reacción. La sola tarea progresiva es aquí la preparación de la revolución socialista internacional. Su objetivo es la de quemar los marcos del viejo Estado nacional y de edificar la economía según las condiciones geográficas y tecnológicos, sin derechos aduaneros ni impuestos medievales.
Aunque de una vez, ello no significa una actitud indiferente a los métodos políticos actuales del imperialismo. En todos los casos donde las fuerzas contrarrevolucionarias intenten de regresar del Estado <democrático> putrescente hacia el particularismo provincial, hacia la monarquía, la dictadura militar, al fascismo, el proletariado revolucionario, sin tomar sobre sí mismo la menor responsabilidad por la <defensa de la democracia> (¡ella es indefendible!) opondrá a esas fuerzas contrarrevolucionarias una resistencia armada, para, en caso de éxito, dirigir su ofensiva contra la <democracia> imperialista”.
Todo esto está dicho con una radicalidad fraseológica digna de mejor causa. Es decir, sólo es frases, huero parloteo. En nombre de la revolución socialista, la demanda de la guerra revolucionaria antifascista es negada. Negado la inevitabilidad de que los comunistas (marxistas-leninistas-maoístas) utilicen el Estado nacional (democrático burgués con dirección de la clase proletaria) para batir con las fuerzas de las armas a la contrarrevolución armada. Para él, la dictadura democrática popular, forma política del frente único de las clases revolucionarias, nacida de la guerra revolucionaria antifascista, antifeudal y antiimperialista, no es la superación de la dictadura fascista por cuanto le sobrevive el Estado nacional independientemente de su contenido de clase.  Se opone, en forma absurda y a-histórica, a la dictadura fascista (que es sólo una fracción de la burguesía) la revolución socialista como tarea inmediata del proletariado.
En fin, se opone a la “revolución democrática violenta” (F. Engels), confusamente  suplantándola por la revolución proletaria socialista inmediata. Cuando el mismísimo Lenin ha remarcado que “no se puede ir al socialismo, sino es conquistando la democracia más completa y consecuente”. Cae de su peso que los comunistas (mlm) deben oponerse y combatir intransigentemente a tal cúmulo de posiciones diversionistas totalmente contrarias al marxismo, y repetidas en nuestros días por los ultraizquierdistas inconscientemente, por lo general, trotzkizantes a más no poder, de hecho avaladores, por lo que a Ucrania se refiere, del expansionismo hegemonista de Moscú y del Pekín socialimperialista.
El capitalismo ruso, que desespera por devenir una vez más una Superpotencia y el recuperar los territorios de las exrepúblicas Soviéticas y reconstruir el viejo sistema neocolonial socialimperialista “soviético”, y el famélico socialimperialismo chino de nuestros días, piensan nuestros nostálgicos izquierdistas, resultan mucho más potables y progresistas que las viejas potencias imperialistas de USA y de la Unión Europea.
La realidad les estalla en la cara a estos impenitentes nostálgicos de la izquierda. La movilización del nacionalismo burgués de esa parte del pueblo ucraniano rusoparlante, utilizado como quintacolumna anexionista, que en vez de reclamar la defensa de la independencia nacional, el respeto a la integridad territorial y la defensa de la democracia interior de Ucrania, en base  la maquinaciones del gran burgués Putin y del imperialismo ruso, les ha llevado –huyendo de los apetitos imperialistas de USA-UE- a caer de la sartén a la brasa.
Sólo cosechan lo que con sus ilusiones y nostalgias han sembrado. Devenir en agentes de infiltración, conscientes o inconscientes, de tal o cual bloque militar imperialista y de tal o cual potencia imperialista.
24 de marzo de 2014
Publicado por Viento del Este

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