Sobre el enemigo
principal en la época y el enemigo principal en la situación internacional
concreta
(Versión
corregida)
por
Quibian Gaytan
20/3/2014
Es ya un lugar común, en los ambientes comunistas y
antiimperialistas, aunque en su fondo sea justa, la expresión “USA el enemigo principal”.
Pero, a mí parecer, ese axioma debe ser precisado. Está establecido, eso desde
que el camarada Stalin lo rubricara en los Fundamentos del Leninismo hasta 1960
cuando, a su vez, lo remarcará la Conferencia de los 81 Partidos Comunistas y
Obreros, que el imperialismo es el
enemigo principal de la clase obrera, de los pueblos y naciones oprimidas
del mundo. Esto, subrayo, sin hacer referencia alguna a la forma nacional
concreta del mismo. Está contradicción fundamental, general, universal, propia
del mundo capitalista en su conjunto resulta absoluta, permanente e inalterable
hasta tanto no haya cambiado el contenido de la época histórica. Es decir,
hasta tanto se haya liquidado el capitalismo en el último rincón del planeta.
El camarada Stalin, gran marxista-leninista y fiel
aplicador de la Concepción general y de la Línea General elaborada por el
camarada Lenin, la que resumirá de modo brillante la nueva y superior etapa a
la que ha entrado el capitalismo, la del imperialismo y del asalto
revolucionario directo de su fortaleza, ya en su famosa obra, sintetizando sus
tres contradicciones más importantes, remarcaba:
“(…) La
segunda contradicción es la existente
entre los distintos grupos financieros y las distintas potencias imperialistas
en su lucha por las fuentes de materiales primas, por territorio ajenos. El
imperialismo es la exportación de capitales a las fuentes de materias primas,
la lucha furiosa por la posesión monopolistas de esas fuentes, la lucha por un
nuevo reparto del mundo ya repartido, lucha mantenida con particular
encarnizamiento por los nuevos grupos financieros y por las nuevas potencias,
que buscan <un lugar bajo el sol>,
contra los viejos grupos y las viejas potencias, tenazmente aferrados a sus
conquistas. La particularidad de esta lucha furiosa entre los distintos grupos
de capitalistas es que entraña como elemento inevitable las guerras imperialistas,
guerras por la conquista de territorios ajenos. Esta circunstancia tiene, a su
vez, la particularidad de que lleva al mutuo debilitamiento de los
imperialistas, quebranta las posiciones del capitalismo en general, aproxima el
momento de la revolución proletaria y hace de esta revolución una necesidad
práctica”.
Aseveración que no les cuadra a algunos echándola
en saco roto, por cuanto según ellos reduccionista, ya que negaría la
posibilidad de la paz y absolutiza la inevitabilidad de la guerra. Oponiéndose,
asimismo, a la recomendación leninista de aprovechar las contradicciones
interiimperialistas, las más de les veces estalladas con una violencia
inusitada, nada controlable para la burguesía, y en guerras de vida o muerte
entre sí, para hacer avanzar el proceso de la revolución proletaria socialista
y en aras de hacerla triunfar dada la debilidad del imperialismo ocasionada por
sus conflictos bélicos.
La
experiencia del Movimiento Comunista Internacional y más más aún del Movimiento
Comunista Internacional (marxista-leninista-maoísta), nos ha estado señalando
que, como resultado de la lucha de clase, del desarrollo económico y político
desigual y a saltos, así como la lucha inter-naciones imperialistas por la
hegemonía mundial, nos fuerzan a identificar cuál de todos los imperialismos nacionales resulta
caracterizable como “enemigo principal, concreto e inmediato” y más peligroso.
Al elaborarse la estrategia, a partir de esa
experiencia y de la correcta valorización de las cambiantes relaciones de fuerza
entre las potencias imperialistas y el grado de agudización de la resistencia
revolucionaria de la clase obrera y de los pueblos nacionalmente oprimidos, hemos
de partir del hecho objetivo que dichos
cambios terminan por generar en su movilidad unos dados saltos
económicos y políticos en la situación internacional. Lo que nos impone establecer clara e
indubitablemente cuál de esas potencias imperialistas, por el nivel alcanzado
en su industria armamentista, de su agresividad y de su política depredatoria,
resulta identificable como el enemigo principal, concreto e inmediato.
En eso, la identificación del imperialismo
estadounidense-la única superpotencia con el poder económico, político y
militar de dominar el mundo- como el enemigo principal del momento resulta
correcto. Pero, al reconocer esto no se puede olvidar que el imperialismo
estadounidense y su peligrosidad real resulta sólo un aspecto de cómo se
concretiza dicha contradicción fundamental de la época. Otros aspectos de la misma,
que se relacionan y combinan entre sí, lo son la solidaridad y rivalidad de las
otras potencias imperialista menores, viejas y nuevas; así como aquel en que se
oponen tal o cual potencia imperialista, inclusive el mismo imperialismo USA,
con la clase obrera, pueblos y naciones subyugados nacionalmente y la
resistencia que estos les oponen a las primeras.
De ahí, se concluye, a partir de las circunstancias
concretas y de específicos problemas que confronta cada región del planeta,
victimada o bajo la amenaza de ser victimada por la agresión armada
imperialista, la clase obrera, los pueblos y naciones de dicha región deben y
pueden individualizar que imperialismo nacional es el enemigo principal
concreto. Que imperialismo amenaza con la agresión armada, su independencia
nacional y su convivencia democrática nacional. Determinar eso es su derecho
político e histórico. Y esto no puede ser menoscabado, como quieren los
izquierdistas marxistas vulgares, bajo el manto de plomo, antidialéctico y
antimarxista-leninista-maoísta, de la absolutización de eso de que el
imperialismo estadounidense es siempre, permanente, en cualquier lugar y
situación el enemigo principal.
Como queda dicho, más arriba, esa movilidad de la
contradicción fundamental ha de determinar los cambios en la situación
internacional en la que han convivido antagónicamente dichas diversas potencias
imperialistas hasta entonces. Aquí sirva el caso actual de Ucrania, en
particular la ruptura de su integridad nacional aunque bajo la excusa de la desestabilización
programada del bloque imperialista USA-UE y la realización de un golpe de
Estado fascista, y la anexión “pacífica” de Crimea y de la partes rusoparlantes
por el imperialismo ruso. Las razones justificativas podrán ser muchas, pero
poco valederas. Se ha roto la independencia nacional de Ucrania, se ha hecho,
por la parte rusa, del discutible “derecho de injerencia por razones
humanitarias” tan sopeteado por las potencias imperialistas del bloque
USA-Europa Unida.
Para oponerse a los proyectos hegemonistas del
imperialismo USA, se nos pide renunciar a la independencia nacional y a la
existencia de las libertades democráticas en Ucrania porque hecho por un
imperialismo no principal. Que convalidemos un acto de brutalidad imperialista
en daño de un pueblo soberano y democrático burgués, para parar las
intromisiones desestabilizadoras y la violación de la democracia, por
intermedio de los medios fascistas interiores, de la Superpotencia imperialista
más peligrosas. Para hacernos aceptar eso, para hacernos tragar tal felonía
imperialista concertada, nuestros izquierdistas echan recurso a la
falsificación de los hechos: Rusia no es la URSS ni Putin Stalin.
Sembrar ilusiones, abanicar nostalgias sólo puede
traducirse, aquí y ahora, en el desarme ideológico del proletariado y de los
pueblos nacionalmente oprimidos; echarles en brazo de con quienes no se puede
marchar.
La Rusia capitalista, imperialista, ha buscado
luego de la desintegración de la URSS recuperar todo sus antiguos territorios,
recuperar un área estratégica como lo es Ucrania y de hacerse una salida al
mar. Es el chocar entre dos imperialismo, la confrontación de dos bloques
imperialistas. Y en esa pugna la independencia nacional y las libertades
democráticas en Ucrania han resultado aniquiladas. Eso no lo quieren ver, no lo
quieren analizar nuestros malhadados izquierdistas. Y quién sostenga fielmente
las enseñanzas de Lenin y Stalin, denuncia las ambiciones y acciones
expansionistas del imperialismo ruso o es un nini o un dogmático auxiliar del
imperialismo estadounidense.
Pero, es aquí dónde, para pesadumbre de nuestros
izquierdistas, Trotzky aparece el primero contra tal tesis
leninista-stalinista. Dice, en su artículo del 10 de octubre de 1938, La “paz” imperialista de Munich, lo
siguiente,
“Cuando en la
semana crítica de septiembre, voces se han levantado después de lo que nos hemos informado, para sostener que en caso de
<combate> singular entre Checoslovaquia y Alemania, el proletariado
deberá, aunque sea al precio de una alianza con Benes, ayudar a Checoslovaquia
salvar su <independencia nacional>. Ese caso hipotético no se ha
realizado, los héroes de la independencia checoslovaca, como era de esperar han
fallado, han capitulado sin combatir. Ello era con todo imposible, en el
interés del futuro. Se hizo de notar aquí el muy grosero y muy peligroso error
de los teóricos fuera de sentido de la <independencia nacional>.
Asimismo
se ha dejado de lado sus ligazones internacionales, Checoslovaquia representa
un Estado absolutamente imperialista. Económicamente, el capital monopolizador
reina. Políticamente, la burguesía checa domina (aunque, se podría decir:
dominaba) diversas nacionalidades oprimidas. La guerra, más para la
Checoslovaquia aislada, deberá ser conducida no por la independencia nacional
sino por el mantenimiento y, si es posible, por la ampliación de las fronteras
de explotación imperialista.
La
guerra entre Checoslovaquia y Alemania, si otros Estados imperialistas no sean
inmiscuidos, no podría absolutamente ser considerada fuera del contexto de las
relaciones imperialistas europeas y
mundiales, contexto donde esta guerra ha surgido como un simple episodio. Un
mes o dos más tarde, la guerra checo-alemana –si la burguesía checa se haya querido
y podido batir- ello provocará la intervención casi inevitable de los otros
Estados. Es por eso que sería para los marxistas un error el definir su
posición sobre la base de agrupamientos diplomáticos y militares
circunstanciales, y no sobre la base del carácter general de las fuerzas sociales
que se encuentran detrás de esta guerra.
Centenares
de veces, hemos repetido la irremplazable e inapreciable tesis de Clausewitz:
la guerra es la continuación de la política por otros medios. Para definir en
cada caso concreto la característica histórica y social de la guerra, hay que
guiarse no sobre las impresiones y las coyunturas sino sobre el análisis
científico de la política que ha precedido la guerra y de las condicionantes.
Esta política, desde los primeros días de la formación de una Checoslovaquia
hecha de pedazos diversos, ha tenido un carácter imperialista.
Se
puede objetar que después de la separación de los Alemanes Sudetes, de los
húngaros, de los Polacos y, pudiera ser,
de los Eslovacos, Hitler no se pararía por reducir a la esclavitud a los
Checos mismos y que, en ese caso, su lucha por la independencia nacional
tendría todos los derechos de sostén del proletariado. Una tal manera de poner
la cuestión es un sofisma
social-patriota. Cuáles serán las fases ulteriores de desarrollo de los antagonismo imperialistas, no lo
sabemos. El aplastamiento completo de Checoslovaquia es, seguramente, todo un
hecho posible. Pero allí es posible también que antes de ese aplastamiento pueda cumplirse, estalle la guerra europea,
en la que Checoslovaquia se encuentre
del lado de los vencedores y tome parte en un nuevo desmembramiento de
Alemania. ¿El rol del partido revolucionario es aquí de enfermera de cabecera
de los gangsteres <estropeados> del imperialismo? (…)
La
guerra imperialista, cual quiera que sea el entorno dónde ella comience, será
hecha no por alguna <independencia nacional>, sino en vista del reparto
del mundo según los intereses de las diversas cliques del capital financiero.
Ella
no excluye que pasada la guerra imperialista pudiese mejorar o hacer empeorar
la situación de tal o cual <nación>; sería más exacto decir, de una
nación en detrimento de una otra. Así el tratado de Versalles despedazó a
Alemania. Una nueva paz puede despedazar
a Francia. Los social-patriotas invocarán precisamente ese peligro
<nacional> en el futuro para sostener a <sus> bandidos
imperialistas en el presente. Checoslovaquia no constituye la menos del mundo a
una excepción a esta regla.
En
el fondo, todos los argumentos coyunturales de esta suerte y el temor de calamidades
futuras, para propugnar el sostén de tal o cual burguesía imperialista, procede
del renunciamiento tácito a la perspectiva revolucionaria y a la política
revolucionaria”.
Cambie Usted el nombre “Checoslovaquia” por
Ucrania, y saltará a sus ojos como se asemejan nuestro izquierdistas, literatos
nostálgicos de la gloria y papel de la URSS de Stalin, a Trotzky y sus epígonos
actuales. La negación del derecho a la independencia nacional de Ucrania. Para
que se la trague el bloque USA-UE, y estabilice
así la dictadura nazifascista de Sbovoda y consortes, mejor que se la
almuerce el imperialismo ruso (y el entretanto, imponga su propia dictadura
fascista colonial en reemplazo de aquella pro-capitalismo occidental); las
tareas de la revolución socialista invalida toda tesis de independencia
nacional y de la inevitabilidad de una guerra popular de liberación nacional.
Total lo que decide el destino del mundo, en general, y de Ucrania en
particular será el choque militar entre esas dos potencias imperialistas y no
el pueblo y los proletarios ucranianos, ruso, europeos, angloamericano y chino.
Como él, defienden, nuestros ultraizquierdistas del
movimiento comunista marxista-leninista internacional, la “pureza e
intocabilidad de los principios”, “la inmutabilidad de la caracterización de la
época” y, en consecuencia, la petrificación de las formas y recursos tácticos a
recurrir en las soluciones de las contradicciones fundamentales que
caracterizan y rasgan la misma en los actuales momentos económicos y políticos,
en momentos específicos y sucesivos. La definición-identificación de los
sujetos históricos concretos, portadores sociales de soluciones regresivas o
progresivas a las cuestiones que se ponen al día en el desarrollo de la época y
le van enriqueciendo y cambiando en su contenido inexorablemente.
Así haciendo, apenas se distinguen del trotskismo
histórico. Defender la imagen y no el contenido dialéctico, lo acertado o lo
erróneo, de sus ideas. El tiempo, para ellos, no ha pasado. Constatar la
desaparición de la URSS y del Campo Socialista, y ocultar al revisionismo
moderno, culpable principal de su desintegración, y a sus continuadores; buscar
países “socialistas” dónde no existen; adoptar el lenguaje izquierdista, simple
tenue velo, propio de la guerra fría, y, empero, dedicarse a sembrar ilusiones
respecto a la potencialidad progresiva de los herederos capitalistas, inclusive
imperialista, de los primeros países socialistas. Así haciendo y teorizando
persisten en reducir la mutación histórica ocurrida en ellos. Que de países
socialistas o democrático-populares se han transformado en todo lo contrario: o
imperialistas o en neocolonias de tal o cual imperialismo.
En otras palabras, haciendo depender la
independencia de los Estados nacionales y sus luchas, en respuesta, por la
propia salvación nacional a los intereses hegemonistas de la potencia
imperialista rival a aquella en movimiento de agresión colonial. Negándose así
el momento de la independencia nacional y las perspectivas de triunfo en la
lucha armada del pueblo por la propia libertad nacional. ¿No encontramos aquí,
bajo la cobertura equívoca de la revolución socialista, la vieja oposición
antidialéctica entre la independencia nacional y la revolución proletaria
“pura” tan grata a León Trotzky?
Por su rrradical posición, nuestros
ultraizquierdistas literatos, no sólo se caracterizan por su oposición” de
principios, a la independencia nacional sino a la guerra popular de liberación
nacional en curso en más de una docena de países de diversas áreas del planeta.
Percibible y pública su condena de principio a lucha nacional de los pueblos de
Afganistán, Chechenia, Irak, Irlanda, Libia, Sudán, Yemen porque inspiradas y
dirigidas por fundamentalistas islámicos o nacionalistas radicales burgueses
(Curdistán, Irlanda, Euskal Herria) y de las guerras populares de liberación
dirigidas por los “dogmáticos”, según ellos, marxistas-leninistas maoístas.
Ellos, tanto como su maestro por la negativa
Trotzky, les condenan porque se oponen a que los comunistas, principalmente,
defiendan o se batan intransigentemente, inclusive militarmente, por la independencia de su
propio país y nación, aunque en el transcurso forjen alianza con la burguesía
nacional independentista, y eso con los mismos argumentos de su mentor de que
se trataría de perpetuar a los pequeños estados nacionales inviables por su
carácter capitalista burocrático monopolista dependiente.
Como él (Trotzky), ellos vienen a oponerse a los
marxistas-leninistas-maoístas en nombre de los principios de la obligatoria
“lucha contra el imperialismo”. Sólo que identificándolo, simplísticamente, con
el imperialismo norteamericano, presentándolo como el único y sin rival enemigo
N° 1 de la humanidad. Evidentemente, se trata de una frase ultraizquierdista,
ya que no hace distinciones entre los enemigos y ni específica cuál de ellos es
el principal, inmediato y concreto, el más peligroso del momento.
Si se examina la situación internacional
correspondiente al período de la Primera postguerra y de los efectos de la
revolución de Octubre rusa, resaltará que para los años 30 los imperialismos, alemán, italiano y japonés
eran “el enemigo principal, concreto e inmediato”. Que para los años de la Segunda postguerra
mundial volvió a cambiar la situación
económica y política del mundo, situación que asignó al imperialismo
estadounidense ese papel de enemigo principal y de enemigo N° 1 de la humanidad,
concreto e inmediato; que, para los años 70 y 80, luego de la liquidación del
socialismo en el poder y la desaparición del Campo Socialista, las dos
superpotencias imperialistas pasaron a ser identificadas como enemigo
principal, inmediato y concreto. Con la precisión, que entre las dos el
Socialimperialismo Soviético era el principal; es a partir de 1989 hasta hoy
que la situación internacional ha vuelto a cambiar, el imperialismo USA,
desaparecida la URSsocialimperialista, renueva ese papel de enemigo principal,
inmediato y concreto.
Como vemos,
esa sucesión de cambios en la situación económica y política internacional,
durante más de 70 años, han demarcado cambios cualitativos parciales,
periodizaciones, quedando inalterada la época historia en que vivimos y
luchamos. Cuidado, pues, con sembrar
ilusiones en el campo de las relaciones interiimperialista, en el campo de las
relaciones entre las potencia(s)
imperialista(s), marcadas ellas por la combinación dialéctica por el tipo y
momentos, antagonismo y solidaridad interiimperialista y; el mundo capitalista
de los países avanzados, colonizadores,, y de los países neocolonizados.
Ciertamente, la actitud negativa ante la máxima “El
enemigo de mí enemigo es mi amigo”, es correcta, pero ella peca de
unilateralidad dogmática, puesto que no siempre es así. Lo correcto de una tal
actitud, lo que depende de situaciones concretas y de la apsumsión de una toma
posición dialéctica y clasista, no puede ser absolutizada. Si eso hiciésemos,
caminaríamos bordeando el trotzkysmo.
1) Situación concreta: Lo primero a tener en cuenta
es: Si se trata de un Partido comunista en guerra de liberación o de un Estado
Socialista, con los comunistas como fuerza dirigente; Lo que está vedado hacer
a un Partido Comunista en la oposición y en lucha directa, no es calificable de
desviación de los principios si el PC al poder, dentro de una situación
económica y política o de una situación político-militar concretas, buscase y
trabajase por romper el Frente Único
Internacional del adversario imperialista y de la reacción mundial. La clave
radica que se busca un aliado, por vacilante que sea, para enfrentar al enemigo
estatal concreto e inmediato. Aquí la
amistad (“mi amigo”) nada tiene que ver, se trata de relaciones políticas
específicas entre Estados, entre
el Estado Socialista o democrático popular y los Estados capitalistas. Sería
dar muestras de desconcierto, de confusión en el discernimiento de las tareas
que la realidad política, internacional o nacional, nos imponen según los
casos. Dar muestra de que estamos hundidos, hasta el cuello, en el marxismo
vulgar.
Más aún, rebajando o disminuyendo las objetivos y
tareas económicas y políticas de la revolución de nueva democracia, que es una
revolución democrático-burguesa con dirección de la clase proletaria, la que en
sus haberes tiene la misión de conquistar la independencia nacional y el erigir
y fortalecer un Estado nacional con un carácter de frente unido de clases
revolucionarias –inclusive con los sectores de izquierda de la burguesía
nacional- y no impedirle, obstaculizarlo o destruirlo. Dado que, el Estado y la
sociedad de Nueva Democracia resulta ser la premisa objetiva, material y
política a la revolución socialista.
Y ese es otro aspecto a considerar en esa posición
de “principios” y que en Trotzky tiene su fuente de origen. El de la lucha
contra el fascismo y el de la defensa de las libertades democráticas en los
países capitalistas, avanzados o no. Y que los acontecimientos recientes en
Ucrania, despedazada por un lado por el zarpazo del imperialismo ruso, y la enormidad
de la de la imposición USA-UE de una dictadura fascista, con marchamo nazi y
supuestamente pro-imperialista occidental, empeñada en profundizar las grietas
sangrientas entre los trabajadores ucranianos y los ucranianos rusoparlantes y
el bloque imperialista Occidental y el bloque imperialista euroasiático,
siguiendo su propia agenda ultrarreaccionaria supranacional.
En ese mismo artículo, tan ampliamente citado por
nosotros, Trotzky nos viene de seguido a decir:
“Para eso que
es el capitalismo avanzado, él no sólo ha sobrepasado después de largo tiempo
las antiguas formas de la propiedad, sino al Estado nacional, y por
consecuencia también la democracia burguesa. Es en eso precisamente en que
consiste la crisis fundamental de la civilización contemporánea. La democracia
imperialista podrida y en descomposición. El <programa de la defensa de la
democracia> para los países avanzados es un programa de reacción. La sola
tarea progresiva es aquí la preparación de la revolución socialista internacional.
Su objetivo es la de quemar los marcos del viejo Estado nacional y de edificar
la economía según las condiciones geográficas y tecnológicos, sin derechos
aduaneros ni impuestos medievales.
Aunque
de una vez, ello no significa una actitud indiferente a los métodos políticos
actuales del imperialismo. En todos los casos donde las fuerzas
contrarrevolucionarias intenten de regresar del Estado <democrático>
putrescente hacia el particularismo provincial, hacia la monarquía, la
dictadura militar, al fascismo, el proletariado revolucionario, sin tomar sobre
sí mismo la menor responsabilidad por la <defensa de la democracia>
(¡ella es indefendible!) opondrá a esas fuerzas contrarrevolucionarias una
resistencia armada, para, en caso de éxito, dirigir su ofensiva contra la
<democracia> imperialista”.
Todo esto está dicho con una radicalidad
fraseológica digna de mejor causa. Es decir, sólo es frases, huero parloteo. En
nombre de la revolución socialista, la demanda de la guerra revolucionaria
antifascista es negada. Negado la inevitabilidad de que los comunistas
(marxistas-leninistas-maoístas) utilicen el Estado nacional (democrático
burgués con dirección de la clase proletaria) para batir con las fuerzas de las
armas a la contrarrevolución armada. Para él, la dictadura democrática popular,
forma política del frente único de las clases revolucionarias, nacida de la
guerra revolucionaria antifascista, antifeudal y antiimperialista, no es la
superación de la dictadura fascista por cuanto le sobrevive el Estado nacional independientemente
de su contenido de clase. Se opone, en
forma absurda y a-histórica, a la dictadura fascista (que es sólo una fracción
de la burguesía) la revolución socialista como tarea inmediata del proletariado.
En fin, se opone a la “revolución democrática
violenta” (F. Engels), confusamente
suplantándola por la revolución proletaria socialista inmediata. Cuando
el mismísimo Lenin ha remarcado que “no
se puede ir al socialismo, sino es conquistando la democracia más completa y
consecuente”. Cae de su peso que los comunistas (mlm) deben oponerse y
combatir intransigentemente a tal cúmulo de posiciones diversionistas
totalmente contrarias al marxismo, y repetidas en nuestros días por los
ultraizquierdistas inconscientemente, por lo general, trotzkizantes a más no
poder, de hecho avaladores, por lo que a Ucrania se refiere, del expansionismo
hegemonista de Moscú y del Pekín socialimperialista.
El capitalismo ruso, que desespera por devenir una
vez más una Superpotencia y el recuperar los territorios de las exrepúblicas
Soviéticas y reconstruir el viejo sistema neocolonial socialimperialista
“soviético”, y el famélico socialimperialismo chino de nuestros días, piensan
nuestros nostálgicos izquierdistas, resultan mucho más potables y progresistas
que las viejas potencias imperialistas de USA y de la Unión Europea.
La realidad les estalla en la cara a estos
impenitentes nostálgicos de la izquierda. La movilización del nacionalismo
burgués de esa parte del pueblo ucraniano rusoparlante, utilizado como quintacolumna
anexionista, que en vez de reclamar la defensa de la independencia nacional, el
respeto a la integridad territorial y la defensa de la democracia interior de
Ucrania, en base la maquinaciones del
gran burgués Putin y del imperialismo ruso, les ha llevado –huyendo de los
apetitos imperialistas de USA-UE- a caer de la sartén a la brasa.
Sólo cosechan lo que con sus ilusiones y nostalgias
han sembrado. Devenir en agentes de infiltración, conscientes o inconscientes,
de tal o cual bloque militar imperialista y de tal o cual potencia
imperialista.
24
de marzo de 2014
Publicado por Viento del Este
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