lunes, 27 de febrero de 2012

Blog Sin Dioses: Dios una idea creada por el cerebro: Neurobiólogo ...

Blog Sin Dioses: Dios una idea creada por el cerebro: Neurobiólogo ...: El neurocientífico Francisco Mora dice que "no hay ninguna fuerza sobrenatural detrás de la aparición del hombre. Somos consecuencia de un...

Los materialistas modernos, más aquellos adscritos a la escuela dialéctica e histórica, no somos ateos. No negamos la idea dios, la explicamos. La explicamos a partir de sus raíces históricas (económicas, sociales e ideológicas) y gnoseológicas. De ahí, explicar el "nacimiento de la idea de dios" como producto de la actividad univoca del cerebro, como quieren los llamados neurocientíficos, poniendo en entredicho la objetividad de la realidad exterior resulta una concesión al idealismo subjetivo. Esto es, abrirle la puerta de la cocina a la religión cuando ha sido echada por la de la sala. De ahí se concluye, además, que la idea de dios no es producto del cerebro del individuo o de un grupo de individuos, sino producto de la inmadurez de la práctica social humana en una fase dada del desarrollo de la colectividad. Propia de un estadio pre-consciente del conocimiento y que se ha perpetuado gracias a un interés de clase dado.

viernes, 24 de febrero de 2012

Nación, nacionalismo y nueva democracia

por Quibian Gaytan
  Nación: la teoría y los hechos
  El concepto
    Iniciemos con una tesis que a primera instancia pudiese parecer provocadora, "No existe nación en cuanto tal, sino conciencias de clase en desarrollo". Esto quiere decir que la noción "nación" es una abstracción general, un puro producto del pensamiento. Una categoría propia de la Sociología Teórica, o más exactamente propia de la Filosofía Materialista Histórica, con la cual se designa el nexo social, por ende históricamente formado,  necesario y de larga duración, que se establece en una dada articulación agrupacional humana establecida sobre la base de una comunidad de clase y su correspondiente (o no) comunidad  de Estado. En segundo lugar, que la nación encuentra su concreción en un determinado Sujeto Histórico, por ende, portador de la necesidad de la historia.
    Así en la historia pensada sociológicamente la nación es un hecho, objetivo y recurrente al sello que le imprime cada clase social en una determinada época concreta, correspondiente al grado de desarrollo organizacional alcanzado en la vida social.
      Stalin en un artículo suyo de 1904, fundamentando esta cuestión del destacar la ubicación de clase dentro de cualquier movimiento nacional, apuntó: "La cuestión nacional sirve en las distintas épocas a distintos intereses y adopta distintos matices según laclase que lo promueve y la época en que se promueve".
    De eso se concluye que existen, esencialmente, tantas nociones de nación como clases fundamentales compiten y se suceden dentro de los marcos de la Formación Económico-social capitalista en nacimiento, afirmación y desarrollo hacia una forma de organización económica de la vida social más avanzada, superior  y racional. De ahí que sólo haya habido y hay una nación burguesa y, hoy, hay y se afirma una nueva nación, con vocación de poder, consciente de su misión universal y constructora de otra historia: la proletaria. Precisamente eso es lo que afirmará Carlos Marx, en 1848,
    "Por cuanto el proletariado debe en primer lugar conquistar el poder político, elevarse a la condición de clase nacional, constituirse en nación,  todavía nacional, aunque de ninguna manera en el sentido burgués". (Marx y Engels, El Manifiesto del Partido Comunista. O. E., pág.48. Editorial Progreso. Moscú).
    Esta vocación de representación de lo nacional de la clase obrera, surgida como negación de aquella nacional burguesa, expresa el tendencial proceso histórico a la superación de la estrechez nacional del interés de clase, de la nación misma en general, subsumiéndola en la vocación de la unificación de la humanidad trabajadora en la supranacionalidad socializada. A grosso modo tal es la diferencia esencial, entre la visión y línea de la nacionalidad burguesa hacia la internacionalidad de la humanidad basada en la violencia y la explotación del hombre por el hombre, y aquella de la clase proletaria que, partiendo de la situación concreta de la inmensa mayoría de la población mundial, explotada económicamente y oprimida políticamente, se impone como tarea la unificación de todos los trabajadores independientemente del origen nacional y de cualquier límite geográfico.
    Siendo fieles a la visión y modo de afrontar la cuestión de la nación, esto es a la misión histórica de la clase obrera de conducir como nueva clase dirigente nacional en su lucha revolucionaria a la nación, sus aliados sociales y políticos concretos, del capitalismo al socialismo en todo el planeta.  Entonces nos resulta insoslayable comprometernos conscientemente en esta línea de lo nacional y de la nación del socialismo proletario. Esto es asumir los cuatros  criterios fundamentales ya establecidos sobre el fenómeno nacional elaborados por Marx y Engels, desarrollados y aplicados por Lenin, Stalin y Mao Tse-tung que la particularizan frente a cualquier otro criterio al respecto: PRIMO, su existencia como fenómeno agrupacional humano de larga duración, lingüístico, productivo, psicológico, reflejado en la cultura. SECUNDO, ésta agrupación humana no es ni étnica, ni tribal, aunque como proceso socio-político encuentra base en lo racial y las precedentes formas de organización social pre-capitalista. TERTIO, como fenómeno histórico, por ende social y político, encuentra su razón de ser en el surgimiento, ascenso y maduración del Modo de Producción Capitalista. CUARTA, es un referente por medio de la cual se expresa el interés de clase de los diversos portadores sociales que alternativa y sucesivamente hacen recurrencia a ella o que la nieguen.
    A ellos, podemos agregar como un quinto criterio que, desde Marx y Engels lo sabemos, pese a una dogmática interpretación de sus palabras del Manifiesto ("Los obreros no tienen patria"), no hay una contradicción antagónica entre nacionalidad e internacionalidad. Tanto Lenin, como Stalin y Mao, en sus numerosos escritos sobre la Cuestión Nacional como en su labor práctica revolucionaria resolutiva de la misma así lo han demostrado.
    Tanto Lenin como Stalin rechazando del modo más resuelto el nacionalismo burgués, nunca han negado el valor de los movimientos nacionales progresistas, desdeñado el valor de los intereses nacionales o predicado el nihilismo nacional. Para ellos ha sido claro que en cada nación burguesa existen dos naciones: La nación de los opresores y la nación de los oprimidos.
    ¿Qué significa esto? Esto significa que existe un indisoluble entrelazamiento entre la lucha de clase de los trabajadores y aquella de liberación nacional  de los pueblos oprimidos por el imperialismo. Siendo el enemigo más firme de la opresión de clase, el proletariado no le puede ser indiferente la lucha de los pueblos nacionalmente oprimidos por su liberación nacional.  De aquí se derivan tres conclusiones obligantes para la clase de los proletarios. Primero que es su deber sostener y luchar por encabezar a todo movimiento de liberación nacional de su pueblo por romper las cadenas del yugo imperialista. En segundo lugar, en ningún momento se debe olvidar que la solución de la cuestión nacional está subordinada a la cuestión más general de la propia emancipación social del yugo del capital. En tercer lugar, que en los marcos de una nación, ya burguesa o ya socialista, establecida territorialmente existen o coexisten nacionalidades y naciones retardadas en su formación, con derechos nacionales mermados o negadas en su existencia nacional. Tocándoles a ellas mismas reclamar y luchar por el  integral reconocimiento de su derecho de autodeterminación nacional, a la separación política o establecer relaciones de fusión nacional voluntaria y sin coerción alguna.
    En conformidad con ellos Mao en su escrito El Papel del Partido Comunista de China en la Guerra Nacional, de 1938, se pregunta: "¿Puede un comunista, que es un internacionalista, ser al mismo tiempo un patriota?", y se contesta a renglón seguido, "Nosotros sostenemos que no sólo puede, si no que debe serlo. El contenido específico del patriotismo está determinado por las condiciones históricas. Hay el "patriotismo" de los agresores japoneses y de Hitler, y hay nuestro patriotismo. Los comunistas deben oponerse resueltamente a ese llamado "patriotismo" de los agresores japoneses y de Hitler... El caso de China es, empero, diferente porque ella es víctima de una agresión. Los comunistas chinos deben por eso unir al internacionalismo el patriotismo". (Ob.cit., Tomo II, p. 204).
    Los acontecimientos desde entonces, tanto en China, como en Cuba, Viet Nam, Kampuchea Democrática y en tantos otros países en que la guerra revolucionaria de liberación nacional, sea contra los colonialistas imperialistas o ya sea contra los fascistas interiores a su servicio, lo ha demostrado fehacientemente.
    Así el concepto general de "nación" se remite, en su definición, tanto al plano de la sobreestructura  de las relaciones sociales políticas, en su extensión vertical y horizontal, como a su entrelazamiento con lo psicológico e ideológico (la cultura en general). Lo que  en su intervinculación con la dada comunidad de clase y su correspondiente comunidad estatal, en un mismo medio geográfico y económico-político se resume en el  concepto cultural Patria.
  Nacionalismo
    Esa realidad socio-política ha generado como reflejo de determinados intereses de clase: el nacionalismo. Que vendría a ser el enlace psicológico e ideológico expresado enconciencia nacional. La cual   refleja el interés de clase de aquella portadora  de la forma de organización de la vida productiva más avanzada y progresista, convertido en interés político del conjunto del cuerpo social y que aquí encuentra su base de apoyo de masas. Eso porque la nación, como conjunto organizacional objetivo es un conglomerado (jerarquizado) de clases sociales conjugadas por una determinada coexistencia antagónica, por su esencia, a la vez que por una relativa solidaridad interclasista y mentalidad de aceptación-subordinación. Sobre la base de la cual se establece una cierta alianza de clases.
    De tal relativa solidaridad interclasista, de esta coalición social de base y cúpula, se ha de desprender, como reflejo de primera instancia, una forma de existencia espiritual, ideológica-cultural, común. En concreto expresada como dominación ideológica de clase burguesa, en esos momentos la más avanzada culturalmente y la más activa políticamente, la que ha de asumir desde esos instantes la función de ideología de poder de la clase hegemónica. Esta ideología de poder deviene realidad material cohesionadora, y con la estructuración del nuevo poder estatal (ya como Monarquía Absolutista o ya constitucionalista, en la postrimería del Feudalismo Tardío, o bien con la conquista del Poder Político autonómico y la soberanía popular en el ámbito ya citadino o ya nacional), en ideología nacional-estatal dominante. Así la ideología de poder de la clase de vanguardia se convierte en ideología de poder de la clase políticamente dirigente.
    En otras palabras, tenemos nación, clase portadora de lo nacional e ideología nacional (o ideología del poder). Todo lo cual en su desarrollo ha de justificar la demanda de la generación y edificación de un Estado Nacional (burgués), homogéneamente independiente y nacionalmente homogéneo, y democrático (burgués). A la vez que desde éste Estado Nacional ha de consagrar, reproducir y defender su monopolio, exclusivista o en alianza de clases, de la dominación política y cultural sobre el resto de las clases subordinadas y reconocentes de su papel dirigente, y, de vocera representativa de la "voluntad" de la nación. Así la clase burguesa devenida en nueva clase dirigente nacional, usufructuando el poder de la violencia organizada del Estado (Ejército, policía, burocracia gubernamental y el entramaje del orden jurídico) y contando con el recurso del nacionalismo (ideología política, jurídica, filosófica, moral y cultural), se convierte de fuerza material real en fuerza ideal real.
    Este proceso de conversión de las ideas burguesas en fuerza material y, de ahí en fuerza ideal  lo explica Marx de la siguiente manera,
    "Las ideas de la clase dominante son, en toda época, las ideas dominantes; es decir, que la clase que es la potencia material dominante de la sociedad es, al mismo tiempo, su potencia espiritual dominante. La clase que dispone de los medios de la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios de la producción intelectual, de modo que a ella, en general, están sometidas las ideas de quienes carecen de los medios de la producción intelectual. Las ideas dominantes no son sino la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, son las relaciones materiales dominantes tomadas como ideas: son, pues, la expresión de las relaciones que precisamente hacen de una clase la clase dominante y, por consiguiente, son las ideas de su dominio".
    "Los individuos que componen -concluye Marx- la clase dominante poseen, entre otras cosas, también la conciencia y, por tanto, piensan; en cuanto dominan como clase y determinan todo el ámbito  de una época histórica, es evidente que lo hacen en toda su extensión, y por consiguiente, entre otras cosas dominan también como pensantes, como productores de ideas que regulan la producción y la distribución de las ideas de su tiempo; es, por tanto, evidente que sus ideas son las ideas dominantes de la época". (C. Marx y F. Engels, La ideología alemana).
    ¿Que dice Marx allí? Él nos está diciendo que en los períodos históricos en que la clase dominante controla firmemente el poder, ella llega a mantener el conjunto del cuerpo social, a despecho de todas las diferencias y contradicciones, en una misma concepción general del mundo y esta concepción  general pasa entonces por "natural". El hecho de que está visión del mundo pasa durante siglos por la única verdadera y que ella se refuerza con el peso de las tradiciones dentro de las cuales cada uno nace y se desarrolla, explica su continuidad, mucho tiempo después que la base económica y la formación social que la han generado hayan desaparecido. En fin que, las ideas y las formas de la conciencia social tienen una vida mucho más prolongada que los propios modos de producción que le sirven de base y origen. Ellas siguen subsistiendo, aún si su función social y política haya cambiado de contenido. De las mismas se sirven también otras clases explotadoras que suceden a aquellas existentes anteriormente. "La tradición de todas las generaciones muertas pesa con un peso muy fuerte sobre los cerebros de los vivos", dice Marx. Esto tiene una gran importancia para la revolución socialista y constituye una de las justificaciones de la dictadura del proletariado. Como también explicaría el por qué, luego de la liquidación de la dictadura del proletariado en la URSS y de las dictaduras democrático populares de Europa Oriental, a partir de 1956, del renacimiento del chovinismo gran ruso y del estallido generalizado de reaccionarias guerras nacionales   por esos países. El cómo la resolución socialista de la cuestión nacional, acercamiento proletario entre naciones socialistas y convivencia social y nacional, luego de la restauración capitalista, saltó por los aires y se abrió paso a sangre y fuego al nacionalismo burgués imperialista y comprador.
    De ahí, podemos concluir, la impregnación de lo nacional en una formación económico social por una clase que la ha dominado de largo tiempo resulta una fuerza muy potente y resistente. Derrocar la dominación de esta clase implica un combate intenso y prolongado perviviendo el sentimiento y la idea nacional, de la burguesía, por lo cual la lucha no termina con la derrota política de ésta clase. Ella continúa y hace parte del combate por el pasaje a la sociedad comunista mundial y la superación de toda idea nacional por la idea de la internacionalidad conscientemente organizada.
De la democracia burguesa a...
  La revolución burguesa
    Bajo la bandera de la libertad, igualdad y fraternidad un día, el 14 de Julio de 1789, marchó en armas todo el pueblo parisino a la toma de la Bastilla, ese símbolo del despotismo feudal. Iniciabase así la más grandiosa revolución que la historia había conocido hasta entonces. Con ella sé aperturó una nueva época histórica, aquella de las revoluciones burguesas y del capitalismo ascendente. En fin el ascenso al poder político del Estado de la clase capitalista, la clase más revolucionaria en esos momentos. Lo trascendental de este carácter de la nueva clase al poder ha sido remarcado por el Maestro del proletariado internacional Carlos Marx con las palabras siguientes, "La burguesía ha desempeñado en la historia un papel altamente revolucionario. Dondequiera  que ha conquistado el poder, la burguesía ha destruido las relaciones feudales, patriarcales, idílicas. Las abigarradas ligaduras feudales que ataban al hombre a sus superiores naturales las ha desgarrado sin piedad para no dejar subsistir otro vínculo entre los hombres que el frío  interés, el cruel "pago al +contado+"(C. Marx, Manifiesto del Partido Comunista. O. E., p. 35. Moscú).
        Urgida por la necesidad histórica de eregirse en nueva clase políticamente dominante y el barrer sin contemplaciones al antiguo régimen odiado, como quién dice destapó, contra su voluntad, la botella que contenía al genio no buscado. El irrumpir impetuoso de las masas populares, osantes de asaltar el cielo, en la escena política cambió el curso de la revolución y la cinchada guerra de posiciones entre la burguesía, de un lado, y la nobleza y la monarquía, por el otro, marcada de compromisos e interminables reformas, tendente al cambio gradual de la monarquía absolutista en una constitucional, imprimió un tumultuoso avance revolucionario que dio con tierra al antiguo régimen, rompió las cadenas de la tiranía feudal, es decir canceló los privilegios y la dominación de la nobleza en el campo y las ciudades.
    Este irrumpir de las masas populares, entre ellas el incipiente proletariado francés -él cual, según palabras del camarada Stalin aún: " no actuaba de modo independiente, no formulaba sus propias reivindicaciones de clase, no tenía ni conciencia de clase, ni organización. Estaba entonces a remolque de la burguesía, del cual se servía como un instrumento"- ha sido precisamente uno de los ingredientes peculiares que hacen de la Revolución francesa el modelo clásico y más completo de las revoluciones burguesas. ¿Cuáles han sido las características peculiares de esta revolución? No me equivocaré, creo, si remarco las siguientes: La radicalidad de sus transformaciones económicas y políticas, sólo superada por aquella de la revolución proletaria de 1917; el nacimiento del Estado Nacional (burgués) y de su forma de gobierno como República democrático burguesa, menos contaminados de residuos feudales o semifeudales; la formación y erección de la nación burguesa como forma superior de comunidad humana;  el extraordinario papel desempeñado por la teoría revolucionaria forjada por los enciclopedistas franceses de la segunda mitad del siglo XVIII; la inusitada concordancia entre revolución política y revolución social; la radicalidad y resolución de las clases revolucionarias y de la lucha de clases que abrirán amplio cauce al desarrollo del nuevo sistema económico capitalista, y; finalmente, el papel activo, independiente y el recurso a los métodos plebeyos de lucha de las masas populares. 
    Empero, por su papel de punta en el nuevo sistema productivo y el poseer el monopolio de la doctrina revolucionaria, fue la burguesía la que concentró en sus manos todos los eslabones de la revolución y del poder. En sus manos estaban los cabildos municipales, la guardia nacional y la supremacía en la Asamblea Constituyente. Así, a su querer y saber, con la "Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano" inauguró el "reino de la razón".
    "Hoy sabemos ya que -dice Engels, 96 años después de dichos acontecimientos históricos- ese reino de la razón no era más que el reino idealizado de la burguesía; que la justicia eterna vino a tomar cuerpo en la justicia burguesa; que la  igualdad se redujo a la igualdad burguesa ante la ley, que como uno de los derechos más esenciales se proclamó la propiedad burguesa; y que el Estado de la razón, el +Contrato Social+ de Rousseau, pisó y solamente podía pisar el terreno de la realidad, en la forma de la república democrático burguesa". Y concluye: "Los grandes pensadores del siglo XVIII, como todos sus predecesores, no podían romper los marcos que su propia época les imponía". (F. Engels, Anti-Duhring, pág. 26. Ediciones pueblos unidos. 1960).
    Que de extraño pues, luego de la unificación del mercado interior y exterior capitalistas y sentadas las bases de la nueva esclavitud asalariada de los trabajadores, organizada la unión de la nación bajo el fuego de las guerras napoleónicas y de los ataques de la "Santa Alianza" de las monarquías y noblezas europeas coligadas, estallase con furia la contradicción entre la burguesía y el proletariado. La primera luego de haberse apoyado en las masas populares para impulsar  adelante a la revolución y demoler el antiguo régimen, buscó luego poner fin sangriento a la revolución. Todos sabemos cómo mediante un golpe de Estado derribó el gobierno revolucionario Jacobino y guillotinó a su jefe Robespierre. Anegó en sangre las insurrecciones de los suburbios de París (1795) y, posteriormente, las del Germinal y el Pradial reduciendo a las masas desarmándolas. Lo demás ya es historia.
    No obstante, cabe que les apunte, el incipiente conflicto de clase entre la burguesía y el proletariado va madurando. Estalla con toda su fuerza en la revolución de 1848, la que se inscribirá en el libro de la historia del movimiento obrero como la primera revolución proletaria en el mundo. Y que encontrará como su declaración de guerra de clase las páginas del trascendental Manifiesto de la Liga de los comunistas, escrito por Marx y Engels en 1847; y su más brillante confirmación con la Comuna de París de 1871, la primera revolución socialista proletaria triunfante, aunque de breve duración. Con ellas, bajo el signo de la clase obrera y de los primeros partidos obreros revolucionarios nacionales, se a abierto las puertas a la lucha por el socialismo y a una nueva y superior forma de convivencia nacional de los pueblos.
  Democracia, imperialismo y la cuestión nacional-colonial.
    La democracia, más exactamente la democracia burguesa, en su tipo de Estado burgués nacional independiente y su forma de gobierno de república democrática, ha correspondido a las exigencias y medida del capitalismo ascensional, al capitalismo de libre concurrencia. A todo lo largo del siglo XIX cabalgando sobre las guerras nacionales, dinásticas o revolucionarias, se han ido formando y afirmando las naciones y los Estados Nacionales, unos tras otros,  en Europa y un poco por todo el mundo, en particular en el continente americano. Paralelamente, los Estados nacionales (burgueses) de los países más aventajados y de mayor desarrollo industrial, vale decir Inglaterra, Francia, Holanda y posteriormente Estados Unidos de Norteamérica, Alemania e Italia, luego de consolidar sus mercados nacionales internos, han dado inicio a un proceso de conquista y reparto territorial de los países menos aventajados del mundo. Surge así como nueva contradicción fundamental, además de aquellas entre el proletariado y los capitalistas, entre las burguesías de los diversos Estados nacionales, aquella entre las potencias capitalistas industrializadas y los países y naciones en diversos grados de  formación, víctimas del saqueo y conquista colonial; deviniendo las primeras en Estados multinacionales coloniales y las segundas convertidas en colonias, semicolonias y países dependientes.
  Pero aclaremos, antes de proseguir, que colonialismo e imperialismo no son rasgos característicos particulares del capitalismo, sino que ellos han existido en formaciones clasistas pre-capitalistas. Ejemplos de esa política colonial y de imperialismo, lo han sido Roma, basada en el esclavismo, y el Cuzco en nuestra  América, apoyada ella en lo que Marx llamó "despotismo asiático", esto es en la subordinación de comunidades agrarias a un déspota regentador de un Estado absolutista teocrático y la conquista de tribus y nacionalidades aborígenes extrañas.
    Más cercanos a nosotros tenemos los imperios coloniales feudales, Portugal y España, los cuales han sometido continentes, regiones y países e imponiéndoles el pago de tributos (en oro y plata). Su saqueo colonial feudal se fundaba en el robo, pura y simplemente, de las riquezas de dichos lugares y el rapto de seres humanos convertidos en fuerza de trabajo esclava. El marxista-leninista alemán Stefan Engel ha estimado que entre "1503 y 1560, 185.000 kilogramos de oro y 16 millones de kilogramos de plata fueron robados" en América y enrumbados hacia Europa a través de España.
    Para mantener eso flujo de riquezas de América a la "madre patria" la población indígena fue cazada cual animales, esclavizada y forzada a trabajar en las minas (Cana, Darién; y Potosí en Alto Perú) en condiciones inhumanas y, por ello, millones fueron exterminados. Por otro lado, la elite criolla dominante también se dedicó a crear grandes haciendas, ganaderas o plantaciones de productos agrícolas, basadas en la combinación suisgeneris del trabajo esclavo y trabajo de servidumbre. Para mantener estas grandes haciendas feudales, dada la mortandad de la mano de obra indígena, las potencias europeas organizaron el infame comercio de esclavos. Centralmente, arrancados de África.
    Esta acumulación de riquezas en Europa, proveniente del saqueo de América y del tráfico de esclavos africanos, se tradujo en impulso del desarrollo del modo de producción capitalista y de la primera revolución industrial allí.
    Este proceso de la formación y desarrollo del modo de producción capitalista en cuanto al papel del colonialismo en él, lo explicó Marx:
    "El descubrimiento de regiones auríferas y argeníferas de América, la reducción de los indígenas a la esclavitud, su soterramiento en las minas o su exterminio, los comienzos de conquista y saqueo en las Indias orientales, la transformación de África en una especie de madriguera comercial para la caza de los hombres de piel negra: tales son los procedimientos idílicos de acumulación primitiva que señalan la era capitalista en su aurora" (C. Marx, El Capital, tomo 1, p. 731).
    Así pues el saqueo colonial, más el despojo de los productores directos de sus medios de producción y de vida, y,  la conversión de fuerza de trabajo en mercancía, en la propia Europa, actuaron como comadrona en el nacimiento del capitalismo. Esta revolución industrial, con su producción de mercancías a gran escala, acució a la burguesía a buscar nuevos mercados para darle salida a las mismas. Con ello abrió un nuevo estadio y dio un nuevo contenido a la política colonial.
    Impulsada por la necesidad de conquistar fuentes de materia primas y asegurarse mercados de consumidores para sus mercancías, se dio inicio al colonialismo capitalista de "libre competencia". Lenin escribirá sobre ello:
    "1) existencia de tierras no ocupadas, libres, de fácil acceso para los colonos; 2) existencia de la división mundial del trabajo ya formada, de un mercado mundial, gracias al  cual las colonias pueden especializarse en la producción en masa de productos agrícolas, recibiendo a cambio de ellos artículos industriales fabricados, +que en otras condiciones tendrían que preparar ellas mismas+". (Lenin, El desarrollo del capitalismo en Rusia. O. C., tomo 3, p. 648).
    Beneficiada por su posición geográfica y apoyada en una poderosa flota de guerra, Inglaterra para mediados del siglo XVII llegó a controlar el comercio mundial. Con la violencia (guerras de conquistas, guerras de rapiña con la piratería y corsarería) amplió su dominación colonial, aventajó a Francia y Holanda, finalmente socavó y coadyuvó a desintegrar los imperios colonial-feudales de España y Portugal.
      Con estas luchas por el reparto territorial del mundo entre las potencias coloniales capitalistas de libre competencia, las que  alcanzaron su punto clímax en el último tercio del siglo XIX, se aperturó la época histórica del capitalismo monopolista o imperialismo.
    Sobre este nuevo estadio del capitalismo Lenin apuntará:
    "La propiedad privada fundada en el trabajo del pequeño patrono, la libre competencia, la democracia: todas esas consignas por medio de las cuales los capitalistas y su prensa engañan a los obreros y a los campesinos pertenecen a un pasado  lejano. El capitalismo se ha transformado en un sistema universal de sojuzgamiento colonial y de estrangulación financiera de la inmensa mayoría del planeta por un puñado de países 'adelantados'. El reparto de este 'botín' se efectúa entre dos o tres potencias rapaces y armadas hasta los dientes (Norteamérica, Inglaterra, el Japón), que dominan en el mundo y arrastran a su guerra, por el reparto de su botín, a todo el planeta" (Lenin, Prologo al Imperialismo, etapa superior  y última del capitalismo. O. C., tomo 22, p. 195).
  La dialéctica del colonialismo
    Sobre esto del imperialismo, en contrapunto de los reformistas y revisionistas que lo definen unilateralmente como una dada "política imperialista" del capitalismo, Lenin remarcará sus rasgos principales: "1) la concentración de la producción y del capital llega hasta un nivel tan elevado de desarrollo que crea los monopolios, los cuales desempeñan un papel   decisivo en la vida económica; 2) la fusión del capital bancario con el industrial y la creación, en el terreno de este 'capital financiero', de la oligarquía financiera; 3) la exportación de capitales, a diferencia de la exportación de mercancías, adquiere una importancia particularmente grande; 4) se forman asociaciones internacionales monopolistas de capitalistas, los cuales se reparten el mundo, y; 5) ha terminado el reparto territorial del mundo entre las potencias capitalistas más importantes." (Ibídem, págs. 405/406).

    Este pasaje del capitalismo concurrencial o de libre competencia a una nueva y superior etapa, el imperialismo, generará una nueva contradicción en los fundamentos mismos del sistema. La contradicción entre el puñado de potencias altamente industrializadas opresoras y las naciones y pueblos nacionalmente oprimidos. Los dos aspectos básicos de dicha contradicción resulta ser, precisamente, (1) la opresión de nacionalidades y naciones, insertas en el seno mismo del país y del Estado dado, por la nación "extraña" dominante, y; (2) la subyugación y opresión colonial de naciones, países y pueblos "extraños" por una potencia imperialista colonizadora. De ahí que, si antes se hablara de opresión nacional (exclusivamente referente a las naciones "blancas" europeas retenidas por la fuerzas en los marcos de las fronteras de un Estado europeo, hubo de adicionarse con el hecho de la existencia de la opresión colonial de pueblos, naciones y países "extraños" a Europa. Desde entonces se hablará, cada vez más, de la cuestión nacional-colonial. Sobre ello escribirá Lenin,
    "El imperialismo es la opresión siempre mayor de los pueblos del mundo por parte de un puñado de grandes potencias, es un período de guerra entre éstas potencias por la extensión y consolidación de la opresión de las naciones, es un período de engaño de las masas populares por parte de los socialpatriotas hipócritas, los cuales -con el pretexto de la 'libertad de los pueblos', del 'derecho de las naciones a la autodeterminación' y de la 'defensa de la patria'-  justifican y defienden la opresión de la mayoría de los pueblos del mundo por parte de las grandes potencias. Por eso, en el Programa de los socialdemócratas, el punto central debe ser precisamente aquella de la división de las naciones en dominantes y oprimidas, que representa la esencia del imperialismo y a la cual huyen mintiendo los socialchovinistas y Kautski. Esta división no es sustancial desde el punto de vista del pacifismo burgués o de la utopía pequeñoburguesa de la competencia pacífica entre naciones independientes en régimen capitalista, si no ella es indiscutiblemente sustancial  desde el punto de vista de la lucha revolucionaria contra el imperialismo. Y de ésta división debe partir nuestra definición -coherentemente democrática, revolucionaria y correspondiente a la tarea general de la lucha inmediata por el socialismo-  del 'derecho de las naciones a la autodeterminación'. En nombre de éste derecho, luchando  por su reconocimiento no hipócrita, los socialdemócratas de las naciones dominantes  deben reivindicar la libertad de separación para las naciones oprimidas, porque de otra manera el reconocimiento de la igualdad de derechos de las naciones y de la solidaridad internacional de los obreros sería en la práctica solamente una palabra vacía, solamente una hipocresía.  Y los socialdemócratas de las naciones oprimidas deben considerar como hecho de primera importancia la unidad y la fusión de los obreros de los pueblos oprimidos con los obreros  de las naciones dominantes, porque de otra manera estos socialdemócratas devendrán involuntariamente aliados de una u otra burguesía nacional, que traiciona siempre los intereses del pueblo y de la democracia que está siempre pronta, a su vez, a anexar y oprimir otras naciones (...) El proletariado de Rusia no puede menos que marchar a la cabeza del pueblo por la revolución democrática victoriosa (ésta es su tarea inmediata) ni puede hacer menos que combatir  junto a sus hermanos, los proletarios de Europa, por la revolución socialista sin pedir también hoy plena  e incondicional libertad de separación de Rusia para todas las naciones oprimidas por el zarismo. Nosotros reivindicamos esto, no independientemente de nuestra lucha por el socialismo, sino porque ésta última lucha resultaría una palabra vacía si no es ligada indisolublemente a la realización revolucionaria de todas las cuestiones democráticas, comprendida aquella nacional.  Nosotros exigimos  la libertad de autodeterminación, esto es la independencia, esto es la libertad de separación de las naciones oprimidas, no porque soñemos en el fraccionamiento económico o el ideal de los pequeños Estados, si no, al contrario, porque deseamos grandes Estados y el acercamiento, por último la fusión, entre las naciones sobre una base verdaderamente democrática, verdaderamente internacionalista, inconcebible sin la libertad de separación" (Lenin, El proletariado revolucionario y el derecho de autodeterminación de las naciones. Octubre de 1915). Espero que el lector me excuse por el largor de la cita, pero dado la importancia de principio y táctica brindada allí por Lenin lo hacía necesario.
    Y prosigamos. También Lenin, sobre esto de la división del mundo en naciones opresoras y naciones oprimidas  como "esencia" del imperialismo,  a escrito, "En este terreno hay que distinguir tres tipos principales de países: Primero, los países capitalistas avanzados de Europa Occidental y los Estados Unidos. En ellos han terminado hace mucho los movimientos nacionales burgueses progresivos. Cada una de estas 'grandes' naciones oprime naciones ajenas en las colonias y dentro del país. Segundo,  el Este de Europa: Austria, los Balcanes y, sobre todo, Rusia. Precisamente el siglo XX ha desarrollado en ellos de modo singular los movimientos nacionales democrático-burgueses y ha exacerbado la lucha nacional.

    Tercero, los países semicoloniales, como China, Persia y Turquía, y todas las colonias (...) En ellos, los movimientos nacionales democrático-burgueses en parte acababan de empezar, en parte están lejos de haber terminado" (Lenin,   La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación. T. 22, pp. 167 - 168).
    Para ese mismo año, 1916, a de remarcar: "Puesto a hablar de la política colonial de la época del imperialismo capitalista, es necesario hacer notar que el capital financiero y la política internacional correspondiente, la cual consiste en la lucha de las grandes potencias por el reparto económico y político del mundo, originan abundantes formas transitorias de dependencia estatal. Para esta época son típicos no sólo los dos grupos fundamentales de países -los que poseen colonias y las colonias-, sino también las formas variadas de países dependientes que desde un punto de vista formal, político, gozan de independencia, pero que, en realidad, se hallan envueltos en las redes de la dependencia financiera y diplomática. Antes hemos señalado  ya una de las formas, las semicolonia. Modelo de otra forma es, por ejemplo, Argentina". En esta obra, Lenin ha calificado muchas veces  a la semicolonia como una forma transitoria. Ya que una colonia era la forma más cómoda de explotar completamente las materias primas, "los países semicoloniales son ejemplos típicos para la fase transitoria", y los imperialistas tratan transformar a estos países en colonias en donde sea posible.
  Mao Tse-tung explicando esta dialéctica del colonialismo con el caso de China señala, "Al penetrar en nuestro país, las potencias imperialistas de ningún modo se proponían transformar a la China feudal en una China capitalista. Su objetivo era todo  lo contrario: hacer de ella una semicolonia o colonia". (Mao, O. E., tomo II, p. 320).
    Como podemos deducir los países de América Latina, África y Asia se hallan en diferentes niveles de colonización. El imperialismo inexorable y permanentemente trata de convertir a los países dependientes y semicoloniales en colonia. Este proceso dialéctico de colonización encuentra su conclusión explicativa en el surgimiento, contenido y significado del neocolonialismo.
    Éste lo explico yo en un artículo de 1997 de la siguiente manera: "Seguido a la guerra hispano-norteamericana (1898-1902), auténtica primera guerra imperialista en el mundo, Usa se ha apoderado de Cuba, Puerto Rico y Filipina -hasta entonces colonias de España- y seguidamente, aupando y beneficiándose del movimiento separatista de 1903, de Panamá. Con la peculiaridad de que con ello ensayaba una nueva forma de control y avasallamiento colonial, sin ocupación directa. Esta forma de explotación económica, esclavización social y opresión nacional, sin la erección de un aparato administrativo colonial en el país, llamado a imponerse como forma universal y aplicada internacionalmente, particularmente a partir de la II Guerra Mundial,  es  el neocolonialismo o colonialismo de nuevo tipo. Forma más traicionera y pérfida de la política colonial".
    A consecuencia de lo cual, todos los países recién independizados,  todas las semicolonias y países dependientes del imperialismo norteamericano pasaron a convertirse en neocolonias. Si durante la fase colonial de inicio del siglo XX, el mundo estaba dividido en un puñado de países capitalistas imperialistas por una parte y  un gran número de colonias, semicolonias y países dependientes por la otra. En la fase neocolonial, de mediados del siglo XX a hoy, está dividido en un pequeñísimo número de Superpotencias (USA, UE y Rusia) y un gran número de neocolonias o sea países que se encuentran en diferentes estados de neocolonización.
    Con la salvedad de que, luego de la desaparición de la Unión Soviética y la desintegración del exSistema Socialista, las viejas potencias imperialistas neocolonizadoras se las tienen que ver con nuevos aspectos de las contradicciones fundamentales. Ya no tienen frente a sí a tribus y etnias primitivas y aisladas, sino a naciones organizadas (Chechenia, Vascos, Sudan, Somalia, Kurdos, etc.), a Estados nacionales que defienden su independencia y soberanía nacionales (Argelia, Cuba, Libia, Nepal, Siria y otros) y, sobre todo, a potencias capitalistas regionales (Brasil, Corea del Norte, India, Irán, Méjico, Pakistán, Venezuela, etc.). Todo lo cual anuncia mayores agudizamientos de estas contradicciones intraimperialistas, lo que junto a la existencia de fuertes movimientos nacionales de liberación en todos los países capitalistas nacionalmente mermados, abre amplía perspectiva al surgimiento de un Frente Unico Antiimperialista mundial.

¿Existe la nación panameña?
      Contrariamente a lo que piensen de ella los nacionalistas de 3 de noviembre, en nuestra opinión no existe eso de una "nación panameña".  Existe una nación sociológicamente concreta establecida en el Istmo de Panamá. Aunque no, precisamos, en el sentido que le asigna el nacionalismo burgués semifeudal o en el tradicional criterio que le ha asignado la intelectualidad nacionalista pequeñoburguesa: de una "nación panameña de todos y para todos" (R. D. Souza, 2006)
    Escandalizados por ésta aseveración nuestra preguntarán, a su vez ¿Acaso no existe una historia nacional? ¿No existe un movimiento nacional que ha ofrecido mártires y héroes a lo largo de esa historia? Y a renglón seguido me enumerarán, en aberrante amalgama, a Urraca, a  Bayano, a José de Fábrega, a Rufina Alfaro, Justo Arosemena y hasta a los mártires de la Gesta Patriótica del 9 de enero de 1964.
    Sin afán de ofenderles digo y redigo, no existe eso de una nación panameña. No existe en la justa medida en que tampoco existe en cuanto a tal, digamos, una "nación norteamericana". Puesto que allá, en América del Norte, están establecidas otras naciones además de aquella angloyanqui dominante. Allí están aquella latinomejicana, la bi-nacional canadiense amén de variadas naciones aborígenes además de la nación  afroyanqui oprimidas y con sus derechos nacionales negados. Aquí, en Panamá, digámoslo de una vez, existe una minoría nacional blanca dominante de origen europeo que se cubre con el vocablo "panameña" para hacer pasar la opresión nacional que ejerce sobre minorías nacionales indígenas y afroistmeña, negadas en su existencia nacional y sometidas a la  asimilación forzada.
    Es esa minoría blanca dominante de origen europeo, que monopolizadora de la propiedad de la tierra, sirve de base real formativa de las clases sociales -terratenientes y comercial-compradora- económica y políticamente dominantes, la que se arroga la representación de la comunidad como "panameña". Ella es y personifica a la dicha nación panameña, lidera hasta ahora el movimiento nacional burgués y la realizadora de la historia política de su nación en el Istmo.
    Sus intereses de clase, sus ideas y visión de lo nacional son las que han permeado toda la historia política y  nacional, desde la independencia de España a la fecha. Por lo que, se concluye, que la historia nacional oficial y oficiosa ("oficiosa", por  cuanto la han hecho suya las clases y fracciones de clases que sucesivamente han tomado prestada la bandera de las reivindicaciones nacionales, frente a la potencia capitalista imperialista yanqui; amoldándose a tales  intereses de clase, ideas y visión y sin romper con ellas), es la historia exclusivamente de ésta minoría nacional invasora dominante, de esta clase burguesa feudal-compradora y de ninguna otra clase. Históricamente, pues, está comprobada desde la colonia española a la fecha la doble característica del grupo humano dominante en el Istmo, dominación nacional y dominación de clase. Estas dos nociones, "nación" y "clase social", separables sociológicamente, no lo son tanto históricamente. Absolutizar la primera en desmedro de la segunda, sería un grave error. Para el Materialismo Histórico la "nación" presupone en todo  momento la división  en clases de la dada comunidad humana, aunque la existencia de clases no exige necesariamente la existencia de la nación.
    Intentemos afrontar esta cuestión desde otro ángulo. Paleoantropólogos y arqueólogos han establecido que el Istmo de Panamá ha sido poblado alrededor de  entre 10000 a 12000 años antes de la nueva era. Según los datos arqueológicos ese poblamiento se ha dado por migraciones arribantes del Pacífico polinésico (probablemente por la isla Coco y la región de Tonosí, provincia de Los Santos), del sur de  continente (Chibchas) y del norte (grupos étnicos mayense-nahualtecos). Los cuales una vez arribados al Istmo se han agrupados en comunidades étnicas agrarias, claramente diferenciadas entre sí.  Una vez asentados aquí se han agrupados en entidades tribales, dándose atisbos de confederaciones de tribus, proceso que ha durado hasta el arribo de los invasores españoles, para 1501.
    Como se sabe estas comunidades agrarias aborigen han sido agrupaciones humanas pre-clasistas y pre-estatales, pero esta llegada de los europeos ha de cortar todo eso.    Los españoles resultan portadores de un cambio radical, revolucionario objetivamente, de hasta esa fecha vigentes relaciones sociales económicas y democrático-tribales: desde Europa traen consigo la división de clases y esa excrecencia parasitaria que es el Estado. Por medio de las cuales en el Istmo de Panamá y en América, en general, entronizan relaciones políticos-estatales de tipo feudal (la Administración burocrático-militar colonial y esa forma administrativa popular que son los cabildos citadinos). En otras palabras, se inicia la dominación económica y política de una minoría nacional blanca conquistadora y sobrepuesta a las agrupaciones tribales aborígenes, sometidas a una política de guerra de exterminio y esclavización. Así la política colonial feudal es complementada con la más salvaje opresión nacional de nacionalidades aborígenes y negra africana con su desarrollo político propio truncado. En esas condiciones se puede hablar ¿de igualdad política y nacional entre esa minoría blanca dominante y las diversas nacionalidades de una u otra manera establecidas aquí o de "integración pacífica y paulatina" de éstas últimas a la minoría nacional dominante para integrar una sola y única "nación panameña"?. No,  no se puede. Quién ose afirmar eso, o es un desvergonzado opresor o un lacayo diplomado del nacionalismo gran burgués semi-feudal.
    Esta clase, capa dirigente de la minoría nacional blanca dominante de origen europeo, ya para entonces convertida en agente  intermediaria importadora e reexportadora del capital inglés  en la América insurgente, acicateada, además, por la presión independentista de las capas inferiores de la misma, las que dada su poca incidencia política independiente en la vida urbana (Medianos y pequeños hacendados, artesanos y labriegos -esto es, criollos y mestizos predominantemente de origen peninsular-), no pudieron incidir decisoriamente en los acontecimientos políticos que comenzaron a ocurrir en el Istmo,  y al viraje final de la guerra revolucionaria prolongada independentista en toda América, viose forzada a empuñar la bandera  de la emancipación del Istmo del yugo colonial feudal español. Así, a regañadientes y temerosa de perder su rol privilegiado dentro del mercado en formación de las jóvenes naciones americanas,  con un relativo movimiento pacífico declara su independencia el 28 de noviembre de 1821.  Lo característico de dicho acontecimiento histórico es que no tocó ninguna de las instituciones del antiguo régimen, así como dejó incólume todo el viejo sistema de relaciones feudo-esclavistas, esto es mantuvo los viejos privilegios, se acomodo a los mismos cargos y dejó en sus poltronas a los mismos personajes que debería haber derribado. En fin, ni generó un nacionalismo progresivo, ni creó su propio Estado nacional, ni quiso impulsar  la creación de una República democrática, como tampoco liberó de las cadenas de la opresión cultural-clerical a las masas populares istmeñas.
    Ha sido pues el movimiento del 28 de noviembre de 1821 producto de un nacionalismo reaccionario, burocrático y elitista mercantil-feudal. Una "revolución" nacional consagradora del poder económico de unas cuantas familias de grandes comerciantes importadores, a la vez que grandes hacendados feudales, dominantes políticamente desde antes de dicha gesta independentista. Las cuales, devenidas en clase compradora, agente directa del capitalismo inglés, aseguraban su papel nacional hegemónico sobre el resto  de la población istmeña  colocándose bajo la sombra protectora del Estado nacional neogranadino, del cosmopolitismo mercantil pre-capitalista y de un nacionalismo regionalista retrogrado (descaradamente  pro-inglés).
      Luego de la ruptura formal con el colonialismo español, después de  186 años, la nación burguesa compradora, la verdadera y única "nación panameña",  ha pasado a la dependencia semicolonial al capital inglés y norteamericano, para transformarse finalmente en neocolonia estadounidense a partir de 1903 a la fecha.
    Para culminar este apartado del desarrollo histórico de la gran burguesía semifeudal, es decir de la "nación panameña", debo señalar otro aspecto de la cuestión colonial en Panamá: la cuestión nacional interna, del colonialismo interno, de la opresión nacional interna.
    Lo primero que hay que decir es que en Panamá, además de la cuestión (neo)colonial, subsiste otra cuestión la que la más de las veces es "sabiamente" ocultada. Se trata de la reaccionaria y antidemocrática política nacional aplicada por la Gran Burguesía Semi-feudal de cara a las nacionalidades Ngobe Bugle, Bofotá, Teribes, Emberás, Tule y los llamados "afropanameños". Esto es que la "nación panameña" se ha formado históricamente usurpando territorios de otras nacionalidades, negándolas en su existencia nacional, conculcándolas en sus derechos democráticos a la igualdad nacional y sometiéndolas a medidas burocrático-reaccionarias de asimilación  forzada; no oficialización de sus lenguas maternas e imponiéndoles el español como idioma obligatorio; vanificandoles su derecho a sus comarcas territoriales autónomas, autogestionadas y autogobernadas; en fin, desconociendo su derecho a la autodeterminación nacional, implicando su derecho a la separación política del poder central opresor de la minoría blanca dominante.
    Por lo que, en consecuencia, mientras subsista esa reaccionaria política colonial interna de la gran burguesía compradora, la que resumo con el término de panameñización, no se reconozca el carácter multinacional de esta sociedad semi-capitalista y semi-feudal, mientras no se reconozcan tales derechos nacionales tengan por seguro, si no hoy  mañana, no habrá paz social ni paz nacional. No podrá hablarse de un auténtico orden democrático de convivencia humana en éste país.
    ... la nueva democracia popular.  
  La teoría de la democracia desnaturalizada
    El profesor Ricardo Stevens, en su librito "Nación y democracia", apunta: "La democracia es el gobierno de la mayoría social". Habría que preguntarle ¿Dónde y cuándo  ha sido así? Y ¿Qué significa eso de "mayoría social'"? Si no es poner el peso de un ladrillo a tesis débil. ¿Acaso, quizás, no ha leído Usted que Lenin ha señalado que " la democracia es una forma  del Estado"? El tipo histórico de Estado es burgués, pero la forma del Estado puede ser ya monárquico constitucional, ya parlamentaria, u oligárquica o   democrática, la historia política desde la revolución inglesa a nuestros días lo confirma. Esto dicho entreparéntesis, pero sigamos leyéndole:  "La sociedad puede ser capitalista y no por ello democrática, como puede ser socialista y también democrática; lo que no ser es socialista y capitalista ni democrática y autoritaria,  puesto que estas pretensiones enfrentan realidades contradictorias e irreconciliables".  Embrolla Usted, señor profesor. Por cuanto, aborda la cuestión  metafísicamente. La base de toda su exposición es falsa, dado que opone dictadura a democracia soslayando su contenido de clase. Un sistema de Estado y un sistema de gobierno, pudiendo tener base económico social diferenciada y antagónica, pueden ser y son democracia para y entre las clases dominantes y dictadura contra las clases dominadas. ¿O es qué la dictadura fascista de Hitler, Torrijos o Pinochet, no se traducía en democracia para la burguesía? O de otra forma, ¿la democracia socialista no era dictadura contra  las clases explotadoras derrocadas y que han pugnado por la restauración del viejo régimen político y del viejo sistema social?
    Como puede Usted ignorar, o dejar de lado, que el socialismo siendo una sociedad de transición entre el capitalismo y el comunismo, llevando  "el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede" (Marx), conserva aún restos de las clases derrocadas, reproduce espontáneamente nuevos elementos burgueses, cuyos exponentes son los revisionistas en el poder allí, por ende persisten las contradicciones de clases y la lucha de clases, lucha entre restauración y anti-restauración, y todo ello hasta tanto no triunfe definitivamente el comunismo inter-nacionalmente.
    ¡Muy mal liga las cosas señor profesor! Ello le ha resultado así porque intenta conciliar los intereses políticos de la clase obrera con los de la burguesía. De ahí su reaccionaria fórmula conclusiva de "incorporar a las masas del pueblo y sus organizaciones a la administración" del Estado. Y eso lo dice en plena dictadura militar, en 1988. Año de grandes luchas anti-dictatoriales de masas, y, de preparación de la agresión imperialista para adelantarse a un eventual derrocamiento popular de los militares en función de gobierno.
    Los demócratas pequeñoburgueses, por regla general intelectuales y profesores casi socialistas,  que suplantan  la lucha de clases por sus ensoñaciones de un contrato social entre gobernantes y gobernados, se enternecen hasta las lagrimas con aquello de establecer el socialismo por la persuasión. Un día la mayoría del pueblo será persuadida, y entonces, la minoría convencida se someterá, la mayoría votará, y el socialismo será instaurado. Le aseguro profesor Stevens, si es que los trabajadores se dejan convencer de éste sueño rosa y le nombran su peticionario oficial, la burguesía le escuchará atentamente todo aquello que tenga que decirle sobre la "democracia como expresión de la mayoría social", sin mover un solo músculo de la cara y ruborizada de ternura, al final se sacará del bolsillo su pistola le descerrajará un tiro en la cara y, a renglón seguido, bañará en sangre obrera las calles de la ciudad con sus fuerzas represivas, oficiales y mercenarias.
    Ciertamente, hoy día cuando los trabajadores poseen un cierto nivel de educación y de experiencia de lucha política, la burguesía y sus aliados más estrechos, el imperialismo y los terratenientes, están obligados a cubrir sus acciones depredatorias recurriendo a la palabra "democracia", para convocar "consenso espontáneo" de la población. Para ello, para hacer "mayoría social", no dejará de utilizar la propaganda, la intoxicación, el lavado de cerebro (¡Fíjese que no le pongo venenosas comillas!), la corrupción y el clientelismo, agregándole además la intimidación y la presión. En fin, ello marca toda o cualquier "mayoría social" formada en condiciones de Estado burgués, de dictadura burguesa y sus aliados sociales y políticos.
    En esas condiciones, ¿cómo hacer para utilizar esta contradicción entre la democracia "nominal", formal y falsa, y las aspiraciones profundamente sentidas por los trabajadores de una democracia para "los pobres"?
    Realizar para los trabajadores una real democracia, es lo exactamente opuesto a aquel engaño "democrático" organizado por los dictadores que son los grandes empresarios y su políticos, y no simplemente los generales como piensa el común de la gente. Para ello, primeramente, los proletarios y los trabajadores deben poseer el convencimiento de que la democracia realmente existente o aún por conquistar es un medio y no un fin. En segundo lugar, existente el capitalismo, la democracia siempre será lo contrario de lo que se propongan ellos. Esto significa que sin conquistar la democracia, tomar el poder político y devenir nuevas clases dominantes, nunca poseerán una pizca de disfrute de la misma. Por lo que, la lucha por realizar las aspiraciones democráticas de los trabajadores resulta un aspecto esencial de la lucha por la revolución socialista. La cual exige la construcción de una nueva y real  mayoría social antes y en el Estado obrero y campesino. De un Estado representativo de esta nueva mayoría social y política forjada en la alianza de la clase obrera y sus aliados naturales, e impuesta por la fuerza,  de los fusiles si los hay, a los burgueses y los terratenientes como a aquellas capas sociales que les sirven de sostén.
    Por lo que las aspiraciones de las masas obreras y de las masas trabajadoras, expresadas en el marco de la democracia burguesa, pero perseguida y realizada de manera radical, hasta el fín,  se convertirá en democracia proletaria por el derrocamiento del sistema burgués. Eso mismo es lo que nos enseña Lenin, "Desarrollar la democracia hasta el fín... es una de las  tareas esenciales de la lucha por la revolución social".
    Llegados a este punto de ruptura, la cantidad se transforma en calidad, los derechos conquistados dentro de los marcos de la democracia burguesa se convierten en democracia obrera a través de la revolución proletaria socialista. Esto no es simplemente teoría política, sino un hecho político comprobado ha todo lo largo del siglo XX.
    Los reformistas y revisionistas,  no curados de ésta lección pagada con sangre obrera,  persisten en su sueño loco de medir cuantitativamente la diferencia entre la democracia burguesa y la democracia proletaria, de que basta  ampliar las libertades democráticas burguesas (ya etiquetándola de "nacional", "pluralista", "participativa", etc.) para transformar la una en la otra sin pasar por la ruptura cualitativa, esto es por la revolución social.
    Nosotros la pensamos de otra manera. Evidentemente las masas trabajadoras y las masas populares necesitan y quieren la democracia, una ampliación de las libertades democráticas. Pero, la democracia burguesa, más aun la democracia semifeudal imperante aquí, es radicalmente antagónica a esas demandas de las masas. Ellas son el reino de la libertad y del privilegio para los ricos,  capitalistas y terratenientes, y un infierno para los trabajadores y el pueblo pobre. Esto es verdad pensando en el pasado -en la independencia de España, en la ligazón política a Colombia, en la fase de la República de opereta yanqui de 1903 hasta la Primera República oligárquica (1946), en la dictadura militar del Crel. Remón Cantera y la veinteñal dictadura militar-fascista de Torrijos-Paredes-Noriega ("tres generales que no hacen uno", como habría dicho Sandino)-, y en el presente,  en que se ha hecho insolayablemente evidente que aquí en Panamá sólo se ha dado una revolución burguesa desviada, inacabada e inconsecuente, expresada continuadamente bajo la forma de democracia semi-feudal y que ya no tiene nada que ofrecer en el plano económico, político, social y cultural a las masas del pueblo.

      Lo que fuera una novedad democrática, aunque las clases dominantes no hayan osado romper revolucionariamente con el régimen colonial-feudal español, hoy ha degenerado en un régimen político elitista plutocrático, reaccionario y cosmopolitista a-nacional, enmascaradamente fascista, en la cual desaparecen los mínimos rastros de democracia burguesa moderna. Signos elocuentes de ello lo son el golpismo que anida en las alturas del poder, el presidencialismo desbordante, la legislación represiva y terrorista del nuevo aspirante a "Líder" Torrijos Espino, la integración al Estado de los partidos mediante el mecanismo del financiamiento público, la rapiña de los fondos sociales de los trabajadores y lo escandaloso de la inmoralidad pública elevada a sistema.

    El terrorismo policial y judiciario, la guerra sucia escenificada en nuestro país por los servicios de espionaje yanquis (CIA, Dea, Fbi y otras) y los grupos armados irregulares colombianos, la asunción ilegitima por parte del imperialismo norteamericano del control y vigilancia de la seguridad nacional panameña; los escándalos, la corrupción, la inmoralidad  y desfallecimiento institucional, contra lo que se pudiese pensar,  no son fenómenos desviados, excepcionales o extraños respecto al Estado, a la Constitución y a tal tipo de democracia. S i no que todo ello procede de la putrefacción congénita del sistema oligárquico de poder y que nada ni nadie podrá curarlo. La crisis general de la vigente sociedad y la esterilidad de este tipo de democracia, no la llamada "partidocracia", la que se encuentran en la base del agotamiento histórico de éste capitalismo burocrático-comprador, semifeudal y neocolonial.
    Esta democracia burguesa semifeudal está cerrada a la izquierda y abierta a la derecha. Tanto así que,  la Constitución y el Código Electoral establecen reglas y vínculos insuperables a la izquierda, procedimientos legales que impiden cambiar la actual relación de fuerza realmente existentes entre las clases,  y el que la clase obrera pueda pacífica y legalmente acceder al poder y cambiar este tipo de sociedad. Es inútil por eso hacerse ilusiones constitucionalistas, el engrillarse a sí mismo moviéndose dentro de los marcos de la actual Constitución, ello se traduciría en dar oxígenos a la  agonizante burguesía semifeudal y destruir toda perspectiva de un real cambio social.
    Esta democracia burguesa, sancionada y defendida por la Constitución, se puede exprimir cuanto se quiera y extenderla al máximo de lo soportable para la burguesía, pero jamás podrá ser llevada al extremo de poner en peligro la propiedad privada capitalista.
    Ese es su límite sagrado e inviolable. Digan lo que digan los reformistas, inclusive aquellos con el disfraz de "izquierdistas", y los revisionistas, en este país no hay una democracia real y sustancial sino sólo una democracia falsa, coja y manca, al servicio de los intereses de la Gran Burguesía y del imperialismo yanqui. El Presidente Mao les y nos alecciona, "Libertad y democracia existen sólo en concreto, jamás en abstracto. En una sociedad en la cual existe la lucha de clases, si las clases explotadoras tienen el derecho de explotar a los trabajadores, los trabajadores no tienen la libertad de sustraerse a la explotación; dónde existe democracia para la burguesía  no puede existir democracia para el proletariado y los trabajadores".
    ¡Cómo no darle la razón! Resulta una fábula, odiosa y burlesca, eso de que aquí en Panamá todos gozamos de las mismas oportunidades para el éxito social. ¿Acaso trabajadores y capitalistas tienen las mismas condiciones económicas y sociales e igual oportunidad de disponer de los medios de comunicación e información en la cantidad y calidez de aquellos que tienen en sus manos los patronos? No, no la tienen. En este país y en esta sociedad, dicha de democracia "para todos", quién nace como trabajador muere como trabajador y quién nace como rico muere superrico.
  La revolución de nueva democracia
    Es por eso que, para nosotros comunistas (marxistas-leninistas) de Panamá, la conquista de la democracia, como pasaje de esa anquilosada y pútrida democracia semifeudal a una forma de convivencia democrática más avanzada,  es sólo una etapa histórica del desarrollo social, convicción y tarea urgente para enfrentar los peligros involutivos y fascistizantes que ella porta consigo. Para nosotros resulta un instrumento a utilizar contra las clases dominantes y para defender los derechos de la clase obrera y crear así las condiciones para avanzar, ulteriormente, hacia una democracia socialista hecha a medida de los trabajadores y oprimidos.
    Claro resulta, de ahí, que nuestro pueblo trabajador y nuestra nación por imperativo de la historia y del progreso social necesitan una nueva democracia. De una democracia de  y para las masas trabajadoras y populares, diversa a aquella representativa, capitalista o semifeudal, pero también a la vieja democracia popular de tipo europeooriental  y asiática, pero que aun no será socialista plena. De ahí se concluye que la democracia que reclamamos sea una nueva democracia popular, dirigida por el proletariado y encaminada  a la democracia socialista. Esta democracia popular de nuevo tipo tiene su pasado, la democracia semifeudal, y tiene su futuro la democracia socialista proletaria auténtica. Primero, la clase obrera y sus aliados sociales y políticos -a saber los campesinos, los semiproletarios, las nacionalidades aborígenes,  los subproletarios, la pequeñoburguesía urbana y rural, la burguesía media y demás  elementos democráticos -, ligados en un Frente de Liberación popular, derrocando el sistema de poder oligárquico e imperialista erigen una República democrática de frente unido, y; después la clase obrera en alianza con los campesinos pobres e indígenas, la pequeña burguesía, teniendo a su dirección al proletariado industrial, marchan contra la burguesía como clase en la revolución y construcción socialista en Panamá.
    Por consiguiente, cuando sean maduros los tiempos para la conquista del poder político por la clase obrera, los campesinos y nacionalidades indígenas, y nos encontremos de cara al cuartiamiento vertical y horizontal de la vieja sociedad y de la anquilosada democracia representativa, burguesa semifeudal, la única posición que le queda al Partido de los proletarios es la de asumir la alternativa revolucionaria de clase, esto es la oposición frontal y en todos los planos al gobierno, a las instituciones burguesas, y la lucha consecuente por la revolución de nueva democracia y de liberación nacional en perspectiva al socialismo.
    De ahí que resulte nocivo y monstruoso el que algunos radicales de izquierda pequeñoburgueses, reclamados "marxistas", pasando por encima o dejándose llevar del miedo a la crisis política que sacude al poder oligárquico, agiten la bandera de la "defensa de la institucionalidad". Nocivo por cuanto llevan la confusión al seno de las masas y pretenden llevarlas a sostener  al podrido y reaccionario aparato estatal burgués-terrateniente. Monstruoso por cuanto que abandonando su puesto de avanzada en la lucha por la defensa y ampliación de las libertades democráticas para el pueblo, consciente o inconscientemente, se deslizan a las posiciones avanzadas de los reales "modernizadores" de la dictadura oligárquico-fascista. ¡¡Que patinazo!!
    En esa consigna política, "defender la institucionalidad" en general,  hay todo menos comprensión de  la lucha de clases en Panamá de hoy, y muchísimo menos Marxismo-Leninismo. Dado que se le hace incomprensible el hecho de ¿quién    ataca la institucionalidad burguesa y para qué, cuáles son sus fines? Además, soslayando que cuando clases o fracciones de clases dominantes y gobernantes entran en pugna, provocando con sus luchas políticas mayor agudizamiento de la crisis del reaccionario Estado imperante, a las fuerzas revolucionarias proletarias y populares les toca llevar adelante sus propias tácticas políticas independientemente de tales contendientes y contra ellos mismos. Levantando la propia bandera de la liquidación revolucionaria de la dictadura oligárquica de burgueses y terratenientes, llevando adelante aquella de la conquista de la democracia nueva. En sencillo, cuando dos bandidos pelean perezcan los dos.
      Nuestro futuro inmediato, pues, está preñado de lucha y más lucha. Si queremos construir en este país una nueva sociedad, de democracia para el pueblo, de libertad para la patria, de reconocimiento de existencia e igualdad para todas las nacionalidades aborígenes, de bienestar material y espiritual para las amplias masas populares, es decir de una sociedad diversa a la actual, entonces debemos hacer convencimiento que todo ello será logrado sólo con lucha revolucionaria. Y el quid de toda esta lucha revolucionaria de la masa del pueblo, consiste en que ella misma tome el poder político del Estado y lo utilice como palanca para hacer saltar lo viejo por los aires y construir lo nuevo.
    La cuestión del poder es clave. Sin que se tome el poder político del Estado, sin romper revolucionariamente el viejo y podrido sistema de poder oligárquico y el entrabado sistema económico semi-feudal y capitalista-comprador, sin que el pueblo trabajador se convierta en nueva clase dominante y gobernante, ninguno de los graves problemas que afectan a la nación  podrá ser resuelto. De ahí que, si se quiere construir un Panamá diferente, un Panamá independiente, de democracia nueva y de libertad para todos los oprimidos, resulta urgente el que nos comprometamos cada uno de nosotros, clases y fracciones de clases, nacionalidades, en hacer la revolución y llevarla a triunfar.
    Panamá necesita de una revolución política, de una revolución de liberación nacional antiimperialista, de una revolución económica, de una revolución nacional y de una revolución cultural. Todas ellas son parte de un mismo y único proceso revolucionario: la revolución de nueva democracia con perspectiva a la revolución socialista proletaria.
    Esta revolución de nueva democracia, como señala nuestro Programa político, tiene como motivo esenciales suyos, "generar un nuevo orden democrático de convivencia política, social, económica, nacional y cultural". Mediante el cual vendrá al día una nueva nación, basada en la igualdad, mutuo reconocimiento y fraternidad entre las capas inferiores de la minoría blanca tradicionalmente dominante, las capas afroistmeñas y las diversas nacionalidades aborígenes, integradas social e ideológicamente en la clase obrera. Una nación auténticamente panameña, coronada por un Estado democrático y multinacional, libre, como pasaje inevitable hacia la convivencia inter-nacional socialista y dentro de una comunidad de los pueblos del mundo.
    Como punto culminante de este apartado me toca resumir lo que llevo dicho. La revolución que se está desarrollando aquí en Panamá, como aquella que se desenvuelve en todos los países del Tercer mundo, esto es semicolonizados y neocolonizados, tomando en cuenta su naturaleza y sus características económico-políticas, es una revolución democrática de nuevo tipo. Dado que sus tareas principales resultan ser: (1) Liquidar los restos del semifeudalismo y de todas las demás formas de relaciones de explotación precapitalistas; (2) Edificar un sistema de Estado y un sistema de Gobierno auténticamente democráticos, popular y multinacional; (3) Alcanzar la independencia nacional de la dominación del imperialismo, en particular e inmediato del imperialismo norteamericano y sus agentes internos y directos (Las capas compradora y burocrática de la Gran Burguesía semifeudal y neocolonial). 
Revolución diversa cualitativamente a las viejas revoluciones burguesas, sean democráticas o nacional liberadoras, dado su ligazón con la revolución proletaria socialista internacional y, lo que es más importante estar hegemonizada por la clase proletaria bajo la dirección del partido comunista revolucionario.
    Mao Tse-tung no se ha conformado con solo aplicar, en el transcurso del proceso de la revolución en China concretado en la guerra popular prolongada, la concepción de Lenin y Stalin sobre la revolución ininterrumpida por etapas -su doctrina de la revolución democrático burguesa de nuevo tipo en las condiciones del imperialismo,  la dirección del proletariado y la alianza  obrera-campesina, etc.-, sino que la ha desarrollado creadoramente en las condiciones de los países coloniales y semicoloniales con nacionalidades abigarradas y oprimidas. Él nos ha legado así la más completa, científica y revolucionaria doctrina de la revolución de nueva democracia y del camino estratégico para llevarla a vencer (el de la guerra popular prolongada, de validez universal y, por ende, aplicable tanto en los países del Tercer Mundo, nacionalmente oprimidos en su gran mayoría, como en los países imperialistas y nacionalmente opresores).
El programa nacional de la Revolución de Nueva Democracia
      Como hemos venido sosteniendo para resolver el problema nacional en Panamá, en su doble vertiente como  neocolonialismo al exterior  y colonialismo al interior, en Panamá debemos llevar a vencer a una revolución agraria nacional.  Esto es, romper el monopolio privado imperialista y semifeudal sobre la tierra principal obstáculo a la completa liberación de los  campesinos de las viejas ataduras de las relaciones de producción feudales y a la liberación nacional de las nacionalidades indígenas. La teoría marxista-leninista ha afirmado y la práctica revolucionaria rusa y china confirmado: Primero, que sólo con la firme y perdurable alianza de las masas campesinas y las masas de las nacionalidades indígenas se podrá  llevar adelante tal revolución agraria democrática consecuentemente;  Segundo, que el único camino justo para romper el dominio de tan poderosos enemigos de clase y nacional de las masas campesinas e indígenas es la guerra campesina de larga duración; Tercero y no  de secundaria importancia, el que tal guerra agraria revolucionaria ligue su destino a los de la revolución de nueva democracia con perspectiva al socialismo y bajo la dirección de la clase obrera.
    En un país neocolonizado como Panamá, sometido a la dictadura de la gran burguesía semifeudal, ésta  revolución agraria democrática, entrelazada indisolublemente a la revolución de nueva democracia, es  de primordialísima importancia. Puesto que la principal tarea de la misma es abrir camino de desarrollo económico y de progreso social a las empobrecidas masas campesinas e indígenas, en primer lugar porque les dará el poder político del nuevo Estado Multinacional  y democrático. En segundo lugar, porque es el único medio por la cual las masas indígenas podrán beneficiarse de la plenitud de sus derechos nacionales y de su libertad política completa.
    Precisamente, con relación a estas últimas se hará justicia a un sector inmenso de la población istmeña vilipendiada y sobre explotada.  Ya que por más de quinientos años las clases dominantes, para asegurar su odioso poder opresivo y su sistema de explotación económica, social y racial les han negado reconocimiento y conculcado sus derechos de igualdad y de la existencia nacional misma. Ha llegado la hora que las masas de las diversas nacionalidades aborígenes forjen su destino  con sus propias manos. Se trata de que ellas tomen el poder político del Estado, erijan un Gobierno provisional revolucionario y mediante el cual puedan realizar integralmente el programa mínimo de la revolución democrática. Sobre todo en su apartado relacionado con la resolución de la cuestión nacional, las necesarias transformaciones políticas y económicas inmediatas y realizables.
          ¿Cuáles son estas transformaciones inmediatas y realizables hoy día?  El reconocimiento, plasmada en la nueva Carta Magna Democrática, de la plena igualdad y disfrute de sus derechos políticos y nacionales, y respeto a sus costumbres y culturas tradicionales.  En primer lugar, al pleno disfrute de su derecho a la autodeterminación nacional, incluyendo  ese a la separación  política.  Así como se les otorgue integral autonomía territorial nacional, regional o comarcal,  al autogobierno y a la autoadministración de sus propios asuntos económicos, políticos y culturales, como a recibir la enseñanza en su propia  lengua materna sin restricción alguna y según su propia voluntad soberana libremente expresada.
        Al expresar en la formula restrictiva de "libremente expresada" quiero decir que las clases revolucionarias devenidas nuevo poder político rechazan radicalmente toda política paternalista y racista, semi-feudales o capitalista eventualmente,  de asimilación forzada abierta o disfrazada, de segregación nacional, social y cultural en relación con dichas nacionalidades aborígenes.
    Este programa nacional al reconocer que el idioma español es la lengua del invasor y de sus descendientes dominantes aún, la cual se le ha impuesto sin tomar en cuenta para nada su  voluntad soberana, también reconoce y establece el mismo debe ser eliminado como lengua nacional oficial o, por lo menos, se establezca el carácter multilingüe del Estado Multinacional de Nueva Democracia. 
Publicado por vez primera en 2009