Los materialistas modernos, más aquellos adscritos a la escuela dialéctica e histórica, no somos ateos. No negamos la idea dios, la explicamos. La explicamos a partir de sus raíces históricas (económicas, sociales e ideológicas) y gnoseológicas. De ahí, explicar el "nacimiento de la idea de dios" como producto de la actividad univoca del cerebro, como quieren los llamados neurocientíficos, poniendo en entredicho la objetividad de la realidad exterior resulta una concesión al idealismo subjetivo. Esto es, abrirle la puerta de la cocina a la religión cuando ha sido echada por la de la sala. De ahí se concluye, además, que la idea de dios no es producto del cerebro del individuo o de un grupo de individuos, sino producto de la inmadurez de la práctica social humana en una fase dada del desarrollo de la colectividad. Propia de un estadio pre-consciente del conocimiento y que se ha perpetuado gracias a un interés de clase dado.
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