Comunicado de RBC:
Panamá, entre el fascismo y la revolución
Domingo, 22 de
marzo de 2015
Panamá es un país ilustrativo de los cambios que se están produciendo en
el siglo XXI, como consecuencia de los cambios estratégicos provocados por
el ahondamiento del enfrentamiento interiimperialista consecuencia de la crisis
económica y la lucha por la distribución de los recursos.
La situación estratégica de Panamá, en el istmo que une América del
Norte con la del Sur, y su papel esencial en el control comercial por la
existencia del Canal, hacen que las tensiones interiimperialistas en su
interior tengan rasgos característicos, entre ellos que el surgimiento por
fuertes y mediatizados movimientos aparentemente antimperialistas, en realidad
antinorteamericanos, no termine de prender, pues la oligarquía dominante se ha
guardado bien de evitarlo, acrecentando su control ideológico tradicionalmente
cosmopolita, con el apoyo de Estados Unidos.
Estados Unidos, que ve como el continente entero, antes bien dominado,
escapa de las manos de su control, está utilizando Panamá como base contra los
países que desarrollan grandes movimientos nacionalistas y en los cuales la
influencia rusa y china son cada día más evidentes.
En primer lugar, Panamá es un estado artificial, como tantos otros del
entorno, creados por el colonialismo, formado por muchas naciones, aunque sea
la minoría blanca, de origen europeo, la que se haya apoderado del poder y de
las riquezas, y haya impuesto su visión particular e interesada de la patria.
Esta minoría es, sin embargo, dependiente y servil a los intereses de Estados
Unidos, haciendo que Panamá siga siendo una colonia con apariencia de nación
libre, y donde los intereses del 85% de la población no importan a nadie.
En segundo lugar, las tensiones interiimperialistas han provocado que el gobierno intente controlar con mayor contundencia a la creciente resistencia obrera y de las diferentes nacionalidades minoritarias, concentrándose el poder en el ejecutivo, multiplicándose la violencia institucional y profundizándose las medidas liberticidas contra la protesta y la resistencia. Entre ellas podemos destacar el endurecimiento del código penal, los asesinatos selectivos, las detenciones en masa, la búsqueda de la destrucción de los sindicatos, la liquidación del derecho de huelga y de la jornada de 8 horas. Se puede decir que, la situación internacional, además de las consecuencias de la crisis económica y la competencia por el mercado local y externo, han hecho que el capitalismo comprador tradicional desde el inicio de la creación de la República (1903) ha convivido de forma contrastada con el capitalismo burocrático, arrojando la apariencia democrática el lastre de derechos y humanismo y transformándose en un régimen totalitario (al servicio, eso sí, de intereses ajenos). Hay que puntualizar, no obstante, que si bien esta convivencia pervivió desde la creación del estado, es ahora cuando el capitalismo burocrático está ganando la partida al capitalismo importador, en paralelo al desarrollo similar en todo el continente y a las fracturas que se producen entre los diferentes grupos dominantes debido al ahondamiento de la crisis interiimperialistas y el agravamiento de su lucha por los recursos y la influencia económica"
En segundo lugar, las tensiones interiimperialistas han provocado que el gobierno intente controlar con mayor contundencia a la creciente resistencia obrera y de las diferentes nacionalidades minoritarias, concentrándose el poder en el ejecutivo, multiplicándose la violencia institucional y profundizándose las medidas liberticidas contra la protesta y la resistencia. Entre ellas podemos destacar el endurecimiento del código penal, los asesinatos selectivos, las detenciones en masa, la búsqueda de la destrucción de los sindicatos, la liquidación del derecho de huelga y de la jornada de 8 horas. Se puede decir que, la situación internacional, además de las consecuencias de la crisis económica y la competencia por el mercado local y externo, han hecho que el capitalismo comprador tradicional desde el inicio de la creación de la República (1903) ha convivido de forma contrastada con el capitalismo burocrático, arrojando la apariencia democrática el lastre de derechos y humanismo y transformándose en un régimen totalitario (al servicio, eso sí, de intereses ajenos). Hay que puntualizar, no obstante, que si bien esta convivencia pervivió desde la creación del estado, es ahora cuando el capitalismo burocrático está ganando la partida al capitalismo importador, en paralelo al desarrollo similar en todo el continente y a las fracturas que se producen entre los diferentes grupos dominantes debido al ahondamiento de la crisis interiimperialistas y el agravamiento de su lucha por los recursos y la influencia económica"
De hecho, la crisis revolucionaria, producto de las tensiones entre la
creciente resistencia interna, obrera y nacional, y la cada vez más fascista
clase dirigente, hace que el dilema ante el que se encuentra la clase
trabajadora panameña sea cada vez más claramente, entre Dictadura Fascista y
Democracia Popular.
Evidentemente, la cada vez más evidente redistribución de los recursos,
surgida tanto de la crisis económica como de la emergente lucha interiimperialista
en el entorno, ha provocado también que la minoría, dividida en facciones,
luche cada vez más abiertamente por el control de las cuotas de poder y, en
realidad, por las migajas de la riqueza sobrantes desde la metrópolis del
norte. Por un lado, las mafias pro-europeas, de origen italiano, encarnadas por
el ex-presidente Martinelli, y por otro, las familias pro-americanas (Varela y
los Motta), chocan por una posición privilegiada en el régimen dictatorial que
se va asentando, mientras intentan jugar con la influencia de China y Rusia,
cada vez más presente en la región, y el inmenso poder de Estados Unidos pues,
no hay que olvidar que la economía panameña sigue siendo, de momento, una
prolongación de la economía estadounidense.
La fascistización de Panamá hace, junto con el resto de circunstancias citadas, que la pasividad de la clase trabajadora empiece a desperezarse, notándose un revivir de la resistencia y la movilización que arrastra cada vez más a otros sectores inmovilistas, en particular a aquellos que se han visto empobrecidos o afectados por la concentración del poder en menos manos y se han visto afectadas negativamente por la redistribución (clases medias, pequeños comerciantes, etc..), sin olvidar la creciente movilización campesina, por motivos económicos y nacionales, pues la mayoría de aquellos pertenecen a etnias excluidas de la visión mítica y artificial del Panamá blanco y capitalista.
Otro rasgo importante de la creciente tensión interclasista de Panamá es la influencia en el entorno del llamado socialismo del siglo XXI, en realidad un capitalismo burocrático con tintes de socialdemocracia y que, en algunos casos, tiene también ramalazos fascistas. Sin embargo, en cuanto a la lucha antimperialista o, mejor dicho, antiyankee, sirven de motor e influencia a las clases sometidas en otros países como Panamá a los problemas consecuencia de la dependencia y sometimiento de la economía nacional a los intereses de Estados Unidos.
La fascistización de Panamá hace, junto con el resto de circunstancias citadas, que la pasividad de la clase trabajadora empiece a desperezarse, notándose un revivir de la resistencia y la movilización que arrastra cada vez más a otros sectores inmovilistas, en particular a aquellos que se han visto empobrecidos o afectados por la concentración del poder en menos manos y se han visto afectadas negativamente por la redistribución (clases medias, pequeños comerciantes, etc..), sin olvidar la creciente movilización campesina, por motivos económicos y nacionales, pues la mayoría de aquellos pertenecen a etnias excluidas de la visión mítica y artificial del Panamá blanco y capitalista.
Otro rasgo importante de la creciente tensión interclasista de Panamá es la influencia en el entorno del llamado socialismo del siglo XXI, en realidad un capitalismo burocrático con tintes de socialdemocracia y que, en algunos casos, tiene también ramalazos fascistas. Sin embargo, en cuanto a la lucha antimperialista o, mejor dicho, antiyankee, sirven de motor e influencia a las clases sometidas en otros países como Panamá a los problemas consecuencia de la dependencia y sometimiento de la economía nacional a los intereses de Estados Unidos.
No obstante, hay que señalar que esos supuestos antimperialismos, muchos
surgidos de la mano del socialismo del siglo XXI, y otros desarrollados por
influencia de la creciente influencia económica de China o Rusia (recientemente
se ha conocido que China ha superado como prestamista al Banco Mundial y al FMI
juntos en Latinoamérica) y, en definitiva, a otro polo imperialista en la
acelerada lucha por el control de los recursos y por la hegemonía mundial.
En todo caso, en Panamá, como en otros países del entorno, las
perspectivas revolucionarias que se abren han de hacernos reflexionar, en
especial a la clase trabajadora panameña, de que es la hora de plantear la
lucha por una Revolución de Nueva Democracia en el país centroamericano. No hay
que confiar en las falsas esperanzas de un cambio democratizador desde
"arriba" como hace la pequeña-mediana burguesía, el único camino
posible es la creación de un Frente de liberación Popular Antifascista,
anticapitalista burocrático y antiimperialista para lograr la soberanía
política de todas las naciones que lo conforman frente a todo imperialismo y la
emancipación y libertad de la clase trabajadora y campesina frente a las minorías
antipatriotas, anti-latinoamericanas y anticomunistas que lo han saqueado y
sometido hasta la actualidad.
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